miércoles, 28 de noviembre de 2018

No permanecer ni transcurrir, o sí

En la vida hay grandes momentos, malos o buenos, y momentos chiquitos. Como si la vida se expandiera o se retrajera a su máxima o su mínima expresión según hechos externos y apreciaciones subjetivas. El 2018 fue mi año de metabolismo basal. Un año duro y malo pero sin los sobresaltos extremos de los anteriores. De tener que elegir, no sé qué prefiero.

En Miami los días no son ni muy largos ni muy cortos por la cercanía con el Ecuador. Pero el cambio de hora implica que en otoño-invierno oscurezca antes de las seis de la tarde, de a poco, como si taparan el cielo con una frazada. Mi madre decía que en México la noche caía de repente y tenía razón. Deben ser las montañas. A mí me encanta meterme temprano en la cama, cuando siento el peso de la colcha sobre el cuerpo horizontalizado, me recorre un temblor de placer. Soy la contracara del vitalismo bergsoniano. 

viernes, 23 de noviembre de 2018

Viernes 3.15pm, estoy sentada en la cama, en pijama, con ropa doblaba alrededor y con la tos de Simón de fondo. Es feriado por Thanksgiving, los chicos no tienen clases desde el martes y los días pasan y no pasan. Amanecimos tarde y cuando le tomé la fiebre al Coco tenía 39 y medio. Con sus dos neumonías a cuestas, tos más fiebre da mala espina. Le dimos dos ibuprofenos y ahora tiene 36. Espero que siga así, si no, mañana lo llevaré a urgencias. El sistema de salud de este país es caro y no me da confianza. El desamparo que siento desde que nos mudamos creo que no lo sentí en ningún otro momento de mi vida, ni cuando Diego se quedó sin trabajo en México a los ocho meses de llegar y nos sacaron la visa y el seguro de salud.

¿Cómo divisar a tiempo los rasgos psicopáticos de las personas? ¿Qué me lleva a mí a engancharme con esas personas? Si avisás que estás como un perro apaleado, que no tenés resto psíquico para el maltrato y lo que recibís es mierda y no sabés irte a tiempo, definitivamente estás peor de lo que pensabas.

Ojalá creyera en dios. O en algo. Pedir, confiar, esperar que el universo escuche y se apiade. Lo intenté toda la primera mitad del año pero fue en vano. Así que me entregué al esceptisismo.

¿Volveré a ser yo algún día? Es el miedo lo que me paraliza. ¿Y si no remontamos nunca más? ¿Y si todo sigue yendo en picada? ¿Qué va a ser de nosotros y nuestros hijos? Quiero ganarme el loto y saber que lo económico, al menos, lo tengo solucionado. Sería muchísimo.

Así las cosas.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Volver a analizarse. Empezar a revolver el fango de la inconciencia. El goce de la pulverización. Descubrir aunque sea tarde. Nunca es demasiado tarde. Solo tarde a secas. Abandonar la expansión, replegarse, protegerse. Aceptar. Achicar el gap entre el discurso y el acto. Decirle no a la autodestrucción.

Es otoño en Miami. Un otoño templado. El cielo azul nuboso. La casa en silencio, la cama sin hacer, la voz entrecortada por el llanto, el día que no sabe a nada. Entender por primera vez qué es lo importante y dejar lo fútil. ¿Será? ¿Será que nunca es tarde? Seguir esperando el efecto de las drogas legales, conseguir un mínimo de energía, de entusiasmo. Mientras: lechuguismo. A veces vale no poder.

Así las cosas.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Son las cuatro y diecisiete de la tarde de un viernes chicle y me siento miserable. Parece un dejà vu. Pasaron años y volvió con todo: el vacío existencial, la nada misma acechando, el dolor en el pecho, la desilusión, las ganas de decir basta.
Extraño Bs As como si no fuera la fuente de infelicidad que es. Extraño Bs As como si ahí estuviera la respuesta a mi miseria a pesar de que recuerdo calcada la sensación que tenía en el 2002 y en el 2003. Es en el hacer donde está la respuesta pero a mí no se me da, soy del club de la inacción. Estoy varada en un fango espeso y no me vinieron herramientas para salir. Tal vez la fluoxetina ayude cuando empiece a hacer efecto, tal vez la vida retome un mínimo de brillo pero no la veo. Tanta gente con ganas de vivir y yo con tan pocas. Con el corazón tan roto, tan sin respuestas, tan desolada.
Miami me mata.
Así las cosas

jueves, 15 de noviembre de 2018

Mi papá se va a morir y es lo más duro que me está tocando atravesar en una vida que no fue un lecho de rosas. Estoy arrasada. Soltar la vida se dice fácil y se hace imposible. Soltar es un verbo de mierda. Un invento de algún gurú barato que yo compré por muchos años. Es mentira. Nos aferramos a lo que sea. Al amor ficticio, por ejemplo. A las fantasías de un futuro promisorio. Yo perdí el tronco. Derivo en un mar de incertidumble, con el elefante encima del pecho, con un miedo indomable. También estoy triste. Lloro de la nada, sola, con ruido y mocos. Lloro por lo que ya no soy, lo que no va a ser, lo que perdimos. Lloro porque sé que sufre. Lloro porque no se quiere morir y porque no hay consuelo para la muerte. Lloro porque el mañana está oscurecido y porque el tránsito es doloroso. Lloro y no voy a dejar de llorar. Mi papá se va a morir y yo estoy lejos. Mi papá se va a morir y un pedazo de mí se va a morir con él.