miércoles, 2 de junio de 2010

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Iba a contar, cuando tuviera un rato, lo bien que lo pasamos en Charly ayer a la noche, cómo bailé y canté a pesar de que el pobre está patinoso y con problemas para moverse y la voz no lo acompaña. Pero no importa porque es Charly y tiene a banda que parece de principio de los 90 igual que la puesta (hiper austera) pero las canciones son las de toda la vida, las que te sabés la letra perfecto, las que te lleven a momentos de tu adolescencia.

Pero ahora me siento sola. Y los tacos de después, con la bandita plataformense, hermana y Wallach & co en los ex Parados también estuvieron genial. Iba a contar cómo a Diego lo paró la policía porque tomaba cerveza caminando por la calle (cervecita, claro) pero ahora ya todo se volvió opaco porque se murió David. Y aunque yo sabía que se iba a morir en estos días (porque se sentía mal, porque arregló papeles, porque se desmayó hace diez días) estoy triste igual. Y compré un pasaje para ir con Milo pero lo abrí porque a mi madre la estresa que vaya con bebé y yo la entiendo. Si no tuviera bebé me iría corriendo para que estemos todos juntos porque somos pocos. Porque eso es lo peor de vivir lejos: que no estás. Ni para las otros ni para vos mismo. Y sos solo en tu dolor.  Y ese cacho de historia (muy importante, eh porque mis abuelos fueron muy importantes para mí) se desvanece y cuando vaya a Buenos Aires, esa casa ya no va a estar más, ese departamento que existió toda mi vida, en el cual mi madre vivió desde que tenía 7 años, ya no va a ser y yo, bueno, a mí, me cuesta lidiar con eso. Ser para la muerte.

Entonces, son las tres de la tarde, y estuve skypeando con mi madre. Soy la única hija mujer y era la única nieta y ahora ya casi no soy nieta. Sí, tengo 32 pero man, no me importa. Uno es nieto todo el tiempo que tiene abuelos. Y mi abuelo se acaba de morir y mi abuela está postrada en una cama cada vez más lejos de lo que fue.

Eso sí: debo decir que mis abuelos maternos tienen una elegancia envidiable para morirse. La abuela se desplomó en la puerta del gimnasio y el abuelo se murió en su casa, un rato después de que madre fuera a verlo. Dignidad extrema.

La muerte es una mierda. Porque te deja girando en falso. Porque ya nada es como era. Eso. Así de fácil. Y así de terrible.

Bueno, voy a seguir llorando un rato más, en mi cama, sola, sin ganas de nada, hasta que sea la hora de llevar a Tita a ballet. Porque amigos, la vida sigue.

Así las cosas.
Llorosas.

4 comentarios:

uruguaya dijo...

te mando un abrazo bien grande.

cronista sentimental dijo...

la enfermedad y la muerte hacen con la distancia una combinación muy triste, tenés razón. un abrazo

Mara dijo...

Mucha fuerza!!! Y besos

Morocha dijo...

Siempre me pareció absurdo cuando lo escuché, pero de veras Juli, lo lamento muchísimo. Un abrazo grande.