Estoy hiperbólicamente triste. De esas tristezas que duelen y dan autopena. Triste como en el 2003 y eso es mucho decir. Además de poquita cosa me siento abandonada, soy leña del árbol caído. También es cierto que perdí la gracia. Y un montón de otras cosas horribles que no voy a enumerar.
Si no hiciera esta dieta fundamentalista amasaría pan. Y si hubiera tenido una bicicleta y no hubiera estado sola con mis tres hijos, hubiera ido a andar por alguna planicie del valle. Pero nada de eso pasó. Leí en la cama y después al sol mientras algunos de mis hijos nadaban o jugaban por ahí. Comí asado en la plazuela, un asado salvador al que me invitó José cuando la tarde parecía destinada a alguna película infantil en el cine, sufriendo porque el menor no aguanta tanto tiempo y no hay muchos programas acordes para todos. Ahora solo se escucha el ladrido de un perro en algún lugar. Espero a que venga Silvia, a abrirle la puerta para poder meterme en la cama aunque no sean aún ni las 8 de la noche. Los días son muy largos.
Algún día voy a tener una bici plegable, fácil de transportar y voy a sentir la contentez del viento en la cara por un rato. Algún día voy a hacer un pan rico, focaccias y pizzas y jugos de frutas y aguas de sabores y comidas con color. Algún día voy a dejar de explorar el fondo del pozo y veré la luz. O eso espero.
Mañana voy a ver si encuentro un traje de baño menos ridículo y nado diez minutos más. También voy a ver si logro que me den algo de técnica.
Hoy tuve demasiadas ganas de ya estar en mi casa.
Lo que eso signifique.
Si no hiciera esta dieta fundamentalista amasaría pan. Y si hubiera tenido una bicicleta y no hubiera estado sola con mis tres hijos, hubiera ido a andar por alguna planicie del valle. Pero nada de eso pasó. Leí en la cama y después al sol mientras algunos de mis hijos nadaban o jugaban por ahí. Comí asado en la plazuela, un asado salvador al que me invitó José cuando la tarde parecía destinada a alguna película infantil en el cine, sufriendo porque el menor no aguanta tanto tiempo y no hay muchos programas acordes para todos. Ahora solo se escucha el ladrido de un perro en algún lugar. Espero a que venga Silvia, a abrirle la puerta para poder meterme en la cama aunque no sean aún ni las 8 de la noche. Los días son muy largos.
Algún día voy a tener una bici plegable, fácil de transportar y voy a sentir la contentez del viento en la cara por un rato. Algún día voy a hacer un pan rico, focaccias y pizzas y jugos de frutas y aguas de sabores y comidas con color. Algún día voy a dejar de explorar el fondo del pozo y veré la luz. O eso espero.
Mañana voy a ver si encuentro un traje de baño menos ridículo y nado diez minutos más. También voy a ver si logro que me den algo de técnica.
Hoy tuve demasiadas ganas de ya estar en mi casa.
Lo que eso signifique.
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