jueves, 28 de mayo de 2015

Diario de una desempleada

Es el cuarto día que no trabajo. No sé cuándo fue la última vez que fui 100 por ciento desempleada. Años. Muchos. Siempre, más o menos, trabajé. O sea: tenía un pendiente laboral en la cabeza. Ahora, después de 9 meses de no parar un segundo, de estar en la oficina o mirando el teléfono desde que me levantaba hasta que me acostaba (el del trabajo), tengo la cabeza despejada.

La depresión parece, además, ir retrayéndose. Los psicofármacos son mágicos cuando le pegan a la droga y a la dosis.

Escucho conciertos de Bach para violín. Leo cosas. Mando mails. Cuido a mis hijos (Roberta está enferma, posibles paperas).

Hago gimnasia (en un rato tengo yoga).

Soy bastante feliz.

A ver cuánto dura.

Bajé el primer tomo de las obras completas de San Agustín. Tengo empezada la novela de la amiga de una amiga. Tengo abierto el link de la película de un amigo. Un libro en la mesa de luz, uno en la cartera y otro en el coche.

De a poco vuelvo a ser yo.

A pesar de que el mundo no es de los buenos, uno tiene que ser quién es. Siempre. En todas las circunstancias.

La traición a la propia ética rompe los cimientos. Destruye la subjetividad. Corrompe. Y juntar los pedazos no es nada fácil.

En fin.

Así las cosas.

1 comentario:

JLO dijo...

bueno pero por lo que leo el desempleo te vino bien!! salu2....