domingo, 3 de julio de 2011

mañana de domingo

La garganta sigue siendo un rayador infame. Marido le muestra fotos a Luzma y a Coco de hace mil años (gusta mucho de hacer esas cosas y yo tengo poca paciencia para ver por vigésimo quinta vez lo mismo), terminamos de desayunar todos juntos (bueno, Milo rompe los huevos y habla y saca las ollas y no casi no come), Tita está en lo de Feli y Juana y ahora debería llamar para recuperarla. No, no hay sol una vez más pero ya casi estamos acostumbrados. También me duele el pecho.

Tengo que hacer algo: no sé si es la lluvia, el frío, el malestar físico o qué pero perdí toda la (muy poca) femeneidad que alguna vez supe tener. Soy un pibe. Se fue con los vestiditos que por el clima ya no da usar. Cenamos en lo de Mer y Teo. El departamento no puede ser más divino y ellos dos más agradables y tranquilos. Las pizzas le quedaron alucinantes (muy ricas pero con un estilo completamente al de marido que las hace rústicas y exuberantes, las de Teo eran perfectas, prolijas, redondas) que marido y yo comimos sin control (creo que me estoy por indisponer y soy unas aspireitor) y el postre de manzana y arándanos que hizo Mer también estaba deli. También estaban Fernando y Guille, Lucila y Diego y otro amigo solo, Maxi, que a los dos minutos de llegar se burló de que dije que era tranquila o semejante.  Nah, no se la dejé pasar.  Lo hago en contadas ocasiones pero debería cambiarlo.

No entiendo por qué nunca me vuelco al perfil bajo. Ni siquiera fumé porro ni tomé alcohol, le di duro y parejo a la Coki y nada más (Coca Light).  La pasé muy bien, hablamos de política y yo, como no me ubico, me encuentro enfrentándome siempre de igual a igual con los pibes, discutiendo. Las mujeres no suelen hacer eso. Ni sentarse como un chabón ni un montón de otras costumbres que debería abandonar.  Pero son detalles. Fue una buena noche que terminó temprano (Teo estaba agotado, creo que quería que nos fuéramos dos horas antes, pobre). Por cierto, tengo un extraño respeto por el peronismo de trinchera, el peronismo que defiende a los gordos, intendentes y punteros desde la autoconciencia y la legitimidad aunque claro que, por mi extracción socio cultural, me resulte nefasto. Ser peronista debe estar tan bueno como creer en dios.

Ahora Milo llora, creo que por exceso de sueño.

Ah: tengo whatsapp, marido, después de un año logró bajármelo. 

Ayer me quedé encerrada en casa, como todos los días. Trabajé, marido me hizo unos mejillones que compré hace unas semanas en Costco (no es lo ideal pero re zafaban), comimos solos porque los mayores estaba con amigos, intentamos terminar de ver Ligeramente embarazada (cuevana nos está traicionando semana a semana, es obvio que deberíamos pasarnos a Apple tv), tomamos té, comimos pastel (soso) de zanahoria que hizo Luzma y pasamos así la tarde lluviosa entre poco y menos. Marido y yo mucho juntos. Marido ultra cariñoso y buena onda. Y yo...bueno. Ya sabemos. Pero le amo.

Había pensando un montón de cosas. Tengo discusiones mentales sobre la condena a la burguesía y disquisisiones semejantes que de repente leés por ahí y sabés que en casi todos los casos es fake.

Leeré un rato más de diarios. Dería escribir, trabajar, hacer deporte no, ayer lo intenté y me bajé de la máquina al borde del paro cardíaco. Después me metí en el vapor para ver si me aflojaba la tos pero también casi muero, estaba demasiado fuerte.

Ya volverá algo menos pedestre. Ahora hay mocos en demasiados recovecos de mi ser. Estoy entregada a la vida burguesa y un poco plain pero también acarrea cierta paz que sé agradecer. Los enconos de la neurosis no enaltecen.

Así las cosas, guys.
Muy domingueras.

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