viernes, 23 de noviembre de 2018

Viernes 3.15pm, estoy sentada en la cama, en pijama, con ropa doblaba alrededor y con la tos de Simón de fondo. Es feriado por Thanksgiving, los chicos no tienen clases desde el martes y los días pasan y no pasan. Amanecimos tarde y cuando le tomé la fiebre al Coco tenía 39 y medio. Con sus dos neumonías a cuestas, tos más fiebre da mala espina. Le dimos dos ibuprofenos y ahora tiene 36. Espero que siga así, si no, mañana lo llevaré a urgencias. El sistema de salud de este país es caro y no me da confianza. El desamparo que siento desde que nos mudamos creo que no lo sentí en ningún otro momento de mi vida, ni cuando Diego se quedó sin trabajo en México a los ocho meses de llegar y nos sacaron la visa y el seguro de salud.

¿Cómo divisar a tiempo los rasgos psicopáticos de las personas? ¿Qué me lleva a mí a engancharme con esas personas? Si avisás que estás como un perro apaleado, que no tenés resto psíquico para el maltrato y lo que recibís es mierda y no sabés irte a tiempo, definitivamente estás peor de lo que pensabas.

Ojalá creyera en dios. O en algo. Pedir, confiar, esperar que el universo escuche y se apiade. Lo intenté toda la primera mitad del año pero fue en vano. Así que me entregué al esceptisismo.

¿Volveré a ser yo algún día? Es el miedo lo que me paraliza. ¿Y si no remontamos nunca más? ¿Y si todo sigue yendo en picada? ¿Qué va a ser de nosotros y nuestros hijos? Quiero ganarme el loto y saber que lo económico, al menos, lo tengo solucionado. Sería muchísimo.

Así las cosas.

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