miércoles, 28 de noviembre de 2018

No permanecer ni transcurrir, o sí

En la vida hay grandes momentos, malos o buenos, y momentos chiquitos. Como si la vida se expandiera o se retrajera a su máxima o su mínima expresión según hechos externos y apreciaciones subjetivas. El 2018 fue mi año de metabolismo basal. Un año duro y malo pero sin los sobresaltos extremos de los anteriores. De tener que elegir, no sé qué prefiero.

En Miami los días no son ni muy largos ni muy cortos por la cercanía con el Ecuador. Pero el cambio de hora implica que en otoño-invierno oscurezca antes de las seis de la tarde, de a poco, como si taparan el cielo con una frazada. Mi madre decía que en México la noche caía de repente y tenía razón. Deben ser las montañas. A mí me encanta meterme temprano en la cama, cuando siento el peso de la colcha sobre el cuerpo horizontalizado, me recorre un temblor de placer. Soy la contracara del vitalismo bergsoniano. 

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