sábado, 25 de septiembre de 2010

no, no, mi espíritu juvenil no existe

Finalmente pasaron Pau y Jorge y fuimos a cenar a parrilla cercana. El mesero argentino nos dijo "chicos" veinticinco veces, se olvidó de absolutamente todo lo que le pedimos y tardó toda la cena en darse cuenta de que yo no participaba en la ingesta de alimentos oficial. La remató con un: ah sí, a vos te vi bailando (dirigiéndose a mí, claro) en un antro (e hizo gesto con carita de bailar que casi me provoca un desmayo). Sólo comí pan y después derrapé con el pseudo tiramisú que no era tal pero estaba rico. Ni vino, ni carne. Ah sí, un poco de provo. Después de cenar cayeron Walter y Laura. Yo estaba decididamente agotada y no le hago el más mínimo honor a ser la más joven. Me llevan de cinco a doce años y soy la abstemia y un toque agreta. Obvio. No sé cómo llegamos a que en Buenos Aires se garcha más (o eso creo yo), mucha conversación sobre telos y la llegada de la primavera, incipiente desnudez femenina y oficinistas asoléandose en parques varios. Yo sí creo que en Buenos Aires hay mucha más energía sexual. En todos lados y todo el tiempo. La gente se mira constantemente. Acá te diría que no lo noto. En fin.
Hice una horita de zumba con las dos Pau, me tomé un juguito de zanahoria y naranja y me vine caminando a casa para que Dany se pudiera ir. Ahora espero que marido se digne a volver. Primero jugó una hora y media de dobles y después no sé cuánto de single con Walter pero la realidad es que siendo las 3.15 recién estaba entrando al super para comprar pan rico, alguna mozzarella, rúcula y tomatitos secos para un buen sandwich deli. A los menores ya les di de comer unos fideos. Flor me pasó el parte de los últimos dos días e intenté leer con concentración nula alguno de los diarios. Ganas de tirarme a mirar pelis y de que no llueva.
Bueno, chicos.
Así de sábado casero las cosas.

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