domingo, 23 de agosto de 2009

domingo pre

Son las siete y veinte de la tarde. Bañé hijos, les di de cenar, armé la bolsa con los útiles, el lunch de Simi, dejé lista la mesa para el desayuno, leí cuentos y acosté. Sí, temprano. Mañana saldremos de casa a las siete de la mañana. No tengo para nada el timming del nuevo horario y prefiero no arriesgarme. Lo dejaremos en su salón, en su salón de primer grado (empieza un año y medio después de lo que empezaría en Argentina, me hiper deprime ese tema) y después llevaremos a Tita a conocer a su maestra. Comienza verdaderamente el martes. Recuerdo perfectamente la noche anterior a empezar primer grado. Mi hermana Marcela había llegado de Israel con un poster de los pitufos que colgué en la cabecera de la cama. También tengo el recuerdo de algún otro regalo emocionante (alguna golosina de la cual creo aún sentir el sabor pero no puedo reconstruir). Mi mamá poniéndome el muy almidonado delantal blanco abrochado atrás. Con tablitas. Mi madre siempre fue un poco delirante. Ni hablar que abajo de eso me ponía jardineros y el suerter. No fui a baños públicos hasta que tuve dieciseis. No sé si Simón está nervioso. Fastidiado seguro. Se fue a dormir a la casa de un amigo nuestro cuya mujer tiene un hijo de su edad y tal como imaginé (intenté disuadirlo sin éxito) no fue una buena idea. Volvió tarde y de malas. Yo vi una peli pedorra y ahora, en cuanto no los escuche más, veré otra o tele o lo que sea. También pienso dormirme muy temprano para empezar el día con pilas. El bebé duerme hace una hora. Horario de gallinas.

Estoy de muy mal humor. Estar sola no es nada agradable.

Así de escolares las cosas.

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