Porque me desperté temprano pero Diego se ocupó de Simón. Claro que no había mucho para hacer, yo había dejado todo listo. Se fue en el camión, feliz, a las siete de la mañana. Después tocó Tita. Para entonces, marido ya se había ido a bañar, Tita también feliz con uniforme, lonchera de kitty y su bolsa con cosas para dejar en la escuela. Yo le di de comer al bebé y bajé. El camión llegó antes (era obvio el horario que me habían dado era una locura) y después de subirla (con fotos incluidas) desayunamos los dos solos (bueh, creo que Milo también nos acompañó). Preparé el bolso y me fui al club. Cincuenta minutos de felicidad. Me bañé ahí (no tuve tiempo de sauna pero ya podré) y me vine a buscar al pequeño para bajar a Polanco. La felicida se disipó en los cincuenta minutos en el tráfico. Finalmente llegué, tomé un rico chai latte con Graciana y me fui a la oficina a cambiarle el rodado a Diego porque no me entraban todos en el mío: hoy, ronda. cuatro niños en mi coche. Bajé en la escuela de Tita con Milo, volvimos al auto, nos movimos las diez cuadras correspondientes hasta el otro edificio e hicimos la fila en el coche. Maldita fila, maldito tráfico. Llevé al niño de la ronda a su casa y llegué a la mía, con el peor de los humores, a las tres menos diez (Roberta sale 1.40 y Simón a las 2.00). Comimos, forré un libro más (era la tarea de inglés) y me fui con los dos mayores a comprar una mochila rodante porque la que tenía, rota. Ahora tendré que despertar a Milo para darle de comer y poder irme al médico con él. Está por llover y me siento bastante alterada. Hoy desearía vivir en Las lomas o en Polanco. El médico queda en Polanco por lo cual vuelta a bajar.
Te querés matar.
Querés otra cosa. Cualquiera pero otra. Otro lugar en el mundo. O no sé.
Pero esto. Esto no.
Sabelo.
Así de histéricas las cosas.
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