jueves, 8 de octubre de 2009

en lugar de terminar el día, empieza la cena

Bueno no. Tampoco. Es el gap entre una cosa y la otra. Todavía no acosté a los chicos aunque son las 7.45 pm. Les di media hora más y los dejé mirar tele. Nunca lo hago pero los ánimos no andan bien. Karina se me cansa. Eso me preocupa. Jose no se fue, obviamente, recién el sábado. Sí, en esta casa hay lola todo el día, es una realidad. Pero yo estoy todo el tiempo. Eso me tiene a mal traer a mí. Extraño demasiado Buenos Aires. Caminar. Me urge. Quiero volver. Ya. Ni modo.

Hice la mousse fresca de mandarinas. Diego el cóctel con chícharos, aguacate, apio, vodka y no sé qué más. Canchero. Tomatitos confitados, frutas secas, queso de cabra con finas hierbas, pan, aceitunas, higos con jamón serrano y no sé si unos hongos salteados. Diego hizo la pata de cerdo rellena con espinaca y no sé qué más. La adobó con romero, combinación de pimientas, miel, mostaza y cerveza. La selló, entera y terminará de cocinarla en el horno. Yo, mil hojas de papa una vez más. No falla. Estoy dudando de hacer una palermeada total, una limonada con menta y jengibre. Me resulta hiper snobish pero puede ser un toque fresco. Los limones los arranco del limonero del jardín. La mesa ya está puesta. La comida no es escasa pero tampoco excesiva. El gen judío en eso falla groso. Le fallaba a mi mamá también. Heredado.

Y no mucho más. Cansada. Llevé hijos al club, vino Pau, me fui a llevar a Coco a piano, volví a club y luego de recogerlo, volvimos los cuatro a casa. No trabajé NADA en todo el día. La semana que viene me aplico. Lo prometo.

Así de movidas las cosas.

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