sábado, 9 de septiembre de 2023

Diario de una depresión

Sábado 9 de septiembre de 2023


Todos los días me despierto a las cuatro y doce de la mañana. Miro el reloj y es esa hora exacta. Excepto hoy que fue a las tres cero siete. A las diez de la noche tomo el rivotril y a la media hora máximo estoy durmiendo. Es una media hora difícil porque no tengo ningún pensamiento feliz al que recurrir. Durante los últimos dos meses había sido el reencuentro con Álvaro, el momento en el que me daba un beso (nunca pasa siempre soy yo la que lo beso) y me decía que me había extrañado (jamás en cuatro años me dijo algo sentimental ni siquiera positivo) pero ahora que las posibilidades de volver a verlo son escasas, tendiente a nulas y mis ganas también son escasas tendiente a nulas ni siquiera me quedó esa fantasía.


El sábado pasado me plantó el piloto. Toda la semana me había estado escribiendo “Tengo ganas de abrazos”, “Me gustas mucho loquita”, “Quiero verte”. Quedamos que venía el sábado, a la mañana me dijo que había llevado unos pasajeros a Bimini y que no podía volver por el mal tiempo. Le pedí que me avisara si venía o no “Sí mi amor” contestó y fue el último mensaje que recibí de él. Mi conclusión es: los hombres están locos, los quiero lejos.


Álvaro es otra cosa. Es una droga dura. Un subidón tremendo cuando está de buenas o nos vemos (una vez cada cuatro meses) y el bajón absoluto cuando no aparece o está de malhumor (algo bastante frecuente). A veces quiero encontrar el momento en el que me hice adicta al maltrato pero no puedo, pienso que se gestó en mi infancia y la rehabilitación me está costando mucho más de lo que me gustaría. Es la peor de mis adiciones: no tomo alcohol, fumo un máximo de tres cigarrillos al día cuando fumo mucho (excepto si salgo que fumo más), consumo marihuana de vez en cuando y tomé drogas duras un par de veces al año durante un par de años pero como bajar es lo peor prefiero tenerlas lejos. Como a los hombres.


Es posible que dormir poco sea un efecto indeseado de la fluoxetina. No recuerdo que me haya pasado antes y menos que el clonazapan no lo neutralizara. Esta noche voy a doblar la dosis a ver si mejora.


Son las once de la mañana y ya lavé ropa blanca, hice un poco de brazos con las pesas, leí algunas páginas de El dios salvaje de Al Alvarez, hablé por teléfono con mamá, llevé a Camilo a tenis, fui al Dollar Tree a comprar guantes descartables, helado y papel aluminio, volví, doblé la ropa y me hice café. En un rato tengo que buscar a Camilo y a la tarde llevarlo a un Bat Mitzbah. En el medio vamos a comer sandwichitos de focaccia que hizo ayer a la tarde. Los sábados a la mañana siento que es posible ser feliz. Después se me pasa.


Así las cosas.

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