martes, 24 de abril de 2012

¿cuándo dejé de ser yo?

Pensar tan positivamente, tirar la buena, ser gordi, querer a casi todo el mundo, no decir barbaridades. Algo pasó aunque no sepa qué. ¿Será que me curé? Dejar de ser una neurótica grave para ser una neurótica a secas puede que haya ayudado. Sentir algo parecido a la satisfacción. No pensar.

¿Lobotomizada?

¿O adulta?

Lo que realmente lamento es estar tan hecha mierda. Casi me desmorono frente al espejo. Si marido me deja no consigo un novio nuevo ni de casualidad. Ya no soy una pendeja firme sino todo lo contrario. Ash, qué duro el paso del tiempo.

Qué intensidad la de mis hijos. Por favor.
Cuántas cosas tengo por delante y qué pocas adelanté. Solo trabajo. Queda todo el cumpleaños por delante: comida, bebidas, descartables, adorno de torta, piñata, dulces, regalo. Uf, por favor, tanta producción y eso que será cero sofisticado. Cero: no me da el cuero. Fabrico cuero.

Bueno, puede que nunca recupere la gracia, sépanlo. Tampoco hago esfuerzos, eh.
Qué extraño que la gente se sorprenda cuando digo que solo hubiera querido ser linda: estoy segura de que casi todos queremos lo mismo. ¿O no?

En fin.
Así las cosas.

lunes, 23 de abril de 2012

pequeña crónica de un viaje accidentado

Tal vez el título sea demasiado pretencioso para lo que soy capaz de narrar con la cantidad de trabajo atrasado y el cumpleaños de Milo por delante.
El viernes a la mañana marido y yo fuimos a la oficina, de allí a una junta y luego de vuelta a la oficina. Mau me llevó en la camioneta a hacer un mini tour: supermercado, colegio de hijo mayor, colegio de hija, vuelta a la oficina. Allí estaban ya Silvia y Milo y salimos todos a la carretara a la 1.22pm para ser exactos. Tardamos casi seis horas porque la salida estaba pesada. El viaje fue pacífico dado que cada hijo tenía su propia fila de asientos, la música del Ipod de marido no fue lo que yo espero para un viaje pero a marido la música rutera ya no le va. Es raro cómo y por qué cambian las cosas. De hecho, es una inquietud que viene persiguiéndome sin palabras hace un buen rato.
Oaxaca tiene un centro colonial hermoso y muy cuidado. Nos hospedamos en El parador del Dominico, dejamos las cosas y fuimos a darle de cenar a los niños. Bah, yo les sugerí la comida y después fui a cambiarme porque teníamos el cocktail que ofrecían los novios en Casa Oaxaca. Caminamos hasta allí, comimos delicatessen very typical y quesadilas y nos acostamos temprano.
El sábado amanecimos, nos cambiamos y caminamos hasta los mercados para desayunar. No fue lo que esperábamos. Tampoco compramos nada. Oh, no: miento. Un comalito de barro a una señora que los ofrecía (se nos rompió antes de partir) y una sombrero para mí, lindo y barato, en un puesto por el camino. Después descansamos en el hotel hasta que se hizo la hora de customizarse. Los chicos estaban listos dos horas antes, con su ansiedad habitual. Podríamos haber hecho algún paseo más interesante pero no se nos ocurrió. Bueno, marido no estaba muy pilas, ni siquiera quiso caminar más ni ir a otro mercado. Yo no insistí.
La iglesia de Santo Domingo es hermosa (muy barroca) pero si me preguntás, no entiendo cómo siguen existiendo las religiones a esta altura de la soireé. De verdad. ¿Cómo un señor que se supone que ni siquiera coge puede sermonear sobre lo que debe ser el matrimonio? Increíble. De todas maneras, el coro cantó bien, no escuché nada tétrico (tampoco presté demasiada atención, me supera) y el highlight fue que Lucila y yo NOS EQUIVOCAMOS y subimos al atrio en un momento que no nos correspondía. Éramos las dos chicas judías de la boda, vale aclarar. Se supone que teníamos que leer peticiones pero llamaron a leer, Lula me dijo que yo fuera detrás de ella porque era la segunda y ahí fui: craso error. Nos pasamos detrás de un amigo del novio que leyó no sé qué y el cura, que se ve que no entendía nada pero lo de la improvisación se le daba bien, me pidió que leyera una pasaje. Por suerte fue La carta a los corintios, 13.... es un pasaje hermoso que habla del amor y que leí con sentimiento (casi casi como si fuera Berta Singerman, declamando, eh). Y Luli leyó algo que decía muchas veces "aleluya". Un papelón. Creo que nadie igual se enteró, excepto la wedding planner que vino a retar a mi compañera muy desubicadamente.
De ahí pasamos al lugar de la recepción al ritmo de la guelaguetza, tomando unas aguas de sabores bastante deliciosas y un poco acalorados por el sol rajante. El jardín etnobotánico es espectacular, lleno de cactáceas y otras especies que no podría enumerar. Eso sí: no pude recorrerlo porque una señorita impedía el paso. La decoración era espectacular, muy acorde con el ambiente exterior y la comida muy rica (devoré entero el taquito con chapulines -son como grillos fritos muy típicamente oaxaqueños-). No respeté la dieta y engordé un kilo y medio en dos días pero de eso no voy hablar.
Milo se hizo una siesta, los chicos jugaron y comieron y al atardecer a marido le robaron, en unos pocos segundos, el celular de la mesa. Hicimos movidas con la organización para intentar recuperarlo pero no hubo respuesta. Malísimo. Marido de ahí en más no fue el mismo. Fue al hotel a intentar rastraarlo pero hubo un problema técnico que no se lo permitió. Estaba cansado y mustio por lo cual a eso de las 10pm, se fue al hotel. Por mi parte me clavé casi tres mezcales, insistida por el novio, y me sentaron estupendamente. El porro también. El dj era un desastre pero igual hicimos esfuerzos por bailar y a las casi 2am partimos con mi grupito de pertenencia en estado de cansancio extremo.
Marido se llevó a los chicos a desayunar mientras yo dormía un rato más. A las 11.30am hicimos rápido la valija y marido fue a buscar la camioneta a la pensión pero cuarenta minutos después seguía sin aparecer. Finalmente trajo a nuestros dos hijos menores con la camisa desabrochada y cara de desaliento: se nos había ponchado una llanta. Volvió a irse y a la hora decidí ir a buscarlo. El sol pegaba durísimo y cuando por fin encontré la camioneta, estaba abierta y sin nadie alrededor. A los diez minutos llegó marido en un taxi con la llanta reparada porque no había podido sacar la de auxilio (llevamos la camioneta de la oficina). Y una vez que cargamos todos los bártulos y todos los hijos, salimos en buscar de una talachería para que nos pusieran la de auxilio. Eso nos llevó otros 40 minutos aproximadamente por lo cual terminamos saliendo a la ruta después de las 3 de la tarde.
A todo esto: yo no tenía voz. Literalmente. Así que estuve todo el viaje en silencio (además, la onda no era del todo buena con marido así que me retiré a mi refugio mental). De todas maneras no fue nada grave. En cinco horas y media llegamos a casa sin ningún otro contratiempo (es cierto que habíamos tenido suficientes pero a mí el tema rachas me da mucho miedo, pasa algo malo y hay avalancha).

En fin.
Tengo que trabajar. Y el viernes es el cumple de Milo.
Por eso me retiro.
Así las cosas, chicos.

martes, 17 de abril de 2012

las tardes

Desde que soy muy chica detesto la tarde. Es un momento híbrido que me produce tristeza y que pocas veces, en soledad, puedo conjurar.

Ayer, mientras trabajaba, con todos mis hijos alrededor, me acordé de todas las veces que caminaba por Gallo hasta Santa Fe, pasando por una casa de regalos que se mantuvo por los años de los años (o no) y por una librería que creo que después cambió y pasó a ser vaya uno a saber qué. La verdulería que quedaba en nuestra cuadra y a la que iba seguido a comprar algo que le faltaba a madre, siguió incólume hasta que nos mudamos, a mitad del 94. La cosa es que caminaba hasta Santa Fe y desde los 8 hasta los 13, doblaba y seguía mi camino hasta Anasagasti, donde estaba el BAE. Dos veces por semana iba primero acompañada y después sola, con una llave colgando de un cordón fluo, a mis clases de inglés. Cuando empecé primer año, madre me anotó en IH y allí fui, también dos veces por semana, pero ahora con profesores nativos, hasta los 19. Cuando terminé sexto terminé también con mis clases institucionales de inglés. Ojalá hubiera seguido. En fin.

Tengo de esas tardes, hasta el 94, un recuerdo grisáseo, tristón. El departamento, en un primer piso a la calle y levemente engéndrico, era feo y ruidoso. Creo que nadie de la familia fue feliz por esa (larga) época. Claro que cuando nos mudamos yo estaba muy entusiasmada porque por fin tenía mi propio cuarto, empapelado con una suerte de pajáros en tonos salmón, mi propio acolchado salmón y un escritorio con cajoncitos (ay, los 80, cuanto mal le hicieron a casi todo). El cuarto grande era de mis hermanas y tenía un cerramiento en el balcón que, por supuesto, nunca sirvió de nada (los cerramientos son un invento inmundo e inusable), estaba pintado de lila y creo que Ale y Marce lo habitaron bastante poco. El pobre kinder quedó confinado a un cuarto de pasillo que tenía una pequeña puerta ventana al patio (que era interno y en el que yo de vez en cuando patinaba, había una mesa de madera con plantas y un gomero plantado en un cantero grande), una puerta a la cocina, una al living y otra al hall de distribución. Un baño era razonablemente grande, con bañadera y el otro era mini, con una ducha, y lo usaba padre exclusivamente. El ruido, con todos los colectivos que doblaban desde charchas y pasaba por la puerta (más el 29 que venía por Gallo) convertían al dpto en un (no tan) pequeño infierno.

Entonces, entrado el menemato, nos mudamos a Las Heras. Padres tenía ya su cuarto en suite, el kinder y yo nuestro respectivo cuarto cada uno y compartíamos un baño amplio, moderno y cómodo. Al poco tiempo Ale se mudó con nosotros y yo perdí espacio pero gané una hermana. No es poco. Aunque tenía poca luz y daba a un paredón, la comodidad nos hizo más felices. El edificio era bastante espantoso, con un estilo grasún que hoy podríamos llamar narco, con una pileta medio inmunda en la terraza parquizada con pasto sintética y en donde el sol te partía al medio. Igual, casi todas las cosas importantes de mi vida transcurrieron mientras vivía ahí y me quedaron los recuerdos más gratos y los llantos más acongojados también, claro. En esa época era una persona de emociones intensas que, con los años, se fueron aplacando. A pesar de que la vida se torna más aburrida, elijo la paz de la estabilidad, sin dudas.

Y yo, en realidad de lo que quería hablar era de lo deprimente que, desde entonces, me resultan las tardes. Son algo irremontable ya viva en pleno Bs As, ya viva en el suburbio mexiquense. De todas maneras, en estos años la angustia menguó indescriptiblemente y soy un ser hiper mega ultra más feliz (???).

Ayyyyyyyyyyy, ¿cómo carajo se me ocurrió tener tantos hijos, eh!??!?!

Más en fin.
Así las cosas.

lunes, 16 de abril de 2012

en el mar

Y de repente, tirada en la cama, trabajando (no es casual aunque no lo desarrolle) me vienen estas intensas ganas de vivir en el mar. Bueno, no en el mar, claro, soy cero afecta a la navegación pero sí en una ciudad costera, pegada al mar. Hace muchos meses que jo meto mis patitas en agua salada y me urge. Tampoco tengo fecha próxima para hacerlo. Ay, el mar. Cómo me gustaría sumergirme YA. Pena que mis hijos llevan tan mal el tema vacaciones (bah, últimamente a causa de virus varios llevan mal casi todos los temas). Pero imagino una vida en bici, comiendo pescado fresco todos los días, sembrando la huerta (que solo puedo tener igual si alguien viene a sembrarla porque no es lo mío crear desde cero), oliendo a brisa marina y lo siento un plan irresistible.

Por lo demás, me siento PÉSIMO, de verdad. Tengo trabajo, cero energía y muchos pendientes que no terminan nunca (no, claro, se suman... por ej, el cumple de Milo).

En fin.
Así las cosas.

jueves, 12 de abril de 2012

ay noooooooooo

Es jueves y se terminan las vacaciones. Qué cortas y qué intensas. Ahora que está marido las disfruto más, miramos Mad Men de noche (bueno, ya se nos terminaron los caps nuevos pero hoy, por ej, tenemos cena), salimos, nos queremos. Bueno: eso es lo más importante. Me quiere de vuelta. Miracolo. Los chicos están más tranca (ponele), se quedaron Feli y Juana a dormir y fue todo bastante caótico pero la pasan bien. Yo debería trabajar pero pienso huir hacia el deporte y la tintura. Milo juega con agua sin parar, imposible de domar. Simi se fue con el padre a la oficina.

Mañana marido se toma día libre e iremos al centro. Igual: no me siento bien. Nada bien y me ahorro los detalles. Ah, ayer comí en la Roma con Pao, Domi y Annia y después fuimos a dejar el cuadro regalo para que lo enmarcaran. A mi casa le sigue faltando lo mismo que le faltaba, cuasi no avancé aunque tenemos un alce de cerámica que trajo marido colgado en la chimenea. Parece que los cuernos son un clásico de este hogar (????). Mi estudio sigue como era entonces, sin un ápice de avance excepto por los libros desordenados en la biblioteca. Quisiera ir el domingo a la mañana a la Lagu pero dudo de que mi marido se cope (está con el tema "hacer deporte").

Mañana creo que me enchufa otra cena en casa (la casa NO está para recibir pero son eventos cuasi solidarios), pasado puede que tengamos asado, el domingo comida en lo de Maripaz y así la vida. El lunes ya otra vez arrancar a las 6.35am: matame.

La rutina es lo menos. Y tengo una lista enorme de pendientes. ENORME. Ayer a la noche íbamos a ir al cine pero terminamos en Costco y ni siquiera resolvimos el tema timbre (que urge). Todo así, por la mitad.

El libro de Steiner dice una obviedad tras otra pero como lectura de baño es llevadera. Tengo trabajo atrasado pero nada grave y ahora debería juntar fuerzas y arrancar de una vez, dejándole la manada a la pobre Silvia.

En fin, chicos.
Sigo contenta.
Así las cosas.

domingo, 8 de abril de 2012

contentich

Volvió marido. El clima está templado. Hicimos picnic en la plazuela con Domi, Lalo y bebonch. Me siento mucho mejor. Hice una clase de spinning. En junio voy sola a Bs As (bueno, tengo que comprar el pasaje pero la intención está). El coraje de la verdad me tiene subyugada. Como mucho chocolate amargo. Y mi casa me parece divina. Mis hijos rompen los huevos pero son lo más.

Bocha de motivos.

Así de gratas y agradecidas las cosas.

sábado, 7 de abril de 2012

¿hola?



Pasan los años, los hijos, los kilos y yo no sé usar el photoshop. Hablaba con Domi ayer a la noche, como si tuviéramos 15 nos pasamos dos horas con la oreja pegada al tubo. Lo único joven que puedo declarar de los últimos seis meses. Cuatro, como máximo. Esto de estar completamente avocada a la maternidad me tiene pasmada. Y agotada. Y con el bocho quemado, claro. Mis hijos están más insopor que nunca. No valoran en lo más mínimo. Cuando yo era chica mis padres no se preocupaban en lo más mínimo por nuestro entretenimiento. Una o dos veces al año íbamos al cine. Una vez al  Circo de Moscú si teníamos suerte y listo... los fines de semana nos tiraban en el club y después mirábamos tele cuando íbamos a lo de mis abuelos. A nadie le parecía que tenía que hacer algo por nuestra diversión. Madre, por lo general, además: se sentía mal. Casi todo el tiempo. Y trabajaba. Claro que se ocupaba, eh. Nos buscaba en la escuela y almorzaba con nosotros en un tiempo récord (almuerzos exprés) y después nos dejaba en compa de la nana y la tele. Me vi TODAS las novelas habidas y por haber, completamente inadecuadas para mi edad, claro. Estoy segura de que eso marcó mi vida sentimental. También teníamos nuestras actividades extraescolares que por lo general, excepto las del club, eran caminando y de más grandes ya podíamos ir solos. Y si no, madre nos llevaba y traía, siempre con bastante apuro y nerviosismo. No digo que yo sea muy distinta, eh. Mi humor suele ser bastante malo por no decir malísimo pero me amparo en que estoy TODO el puto día acá, trabajo escuchando quejas, ayudando con tareas, haciendo galletas y recibiendo gente. Y muy pocas veces me quejo de mis dolencias ni me tiro en la cama ni tomo pastas. 

Bueno. Igual la estoy pasando bien. Como si estuviera en mi piel a pesar de todo, con este mechupaunhuevismo por todo lo que no sea lo afectivo (el viernes, de todas maneras, madre me compró Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento de Steiner. Me queda seguir leyendo y desear que en algún momento la vida se me re erotice (hoy me comí casi entera una barra de chocolate semi amargo como para no sentir que la vida es TAN sosa; y antes me clavé en el Lampuga dos tostadas de atún muy reconfortantes).

Bueno, mi hijo menor LLORA al ritmo de "llamá a papááááááá, quiero saludarlo, estoy muy triste". Con mis dos hijos mayores me pelié todo el santo día por su rompehuevez e ingratitud: soy una madre cualquiera. 

En fin, chicos.
Así las cosas.

jueves, 5 de abril de 2012

con unos minutos robados

Bueno, pelotudear es mi expertise pero últimamente no pelotudeo mucho en casa. No sé bien por qué. Ah sí, está madre, claro, y los chicos de vacaciones. Entonces, cuando me siento acá trabajo o contesto algún mail con retraso (tampoco recibo tantos, para qué mentirnos, ni mando espontánamente) o leo huevadas en múltiples diarios. El tiempo, entonces, en realidad, se lo robo al hecho de tener que ordenar muchos ambientes de la casa. Pero: lo haré la semana que viene. Esta semana sabía de antemano que no lo iba a hacer y me mentalicé para hacerlo la próximo. Y, sabemos, no soy muy dúctil en el subject "cambio de planes". La semana que viene también retomo el deporte. Me urge. Todo el esfuerzo hecho durante años caído en desgracia (soy de una literalidad asombrosa, lo sé). Tampoco ando con ganas de arreglarme en general. No me pinto las uñas, hace mucho tiempo que no me compro ropa, me pongo siempre lo mismo y me chupa bastante un egg.
Padres e hijos están en el Papalote. Papalote acá quiere decir barrilete y este lugar es el museo del niño, tiene cosas interactivas, es lindo y pro y yo fui solo una vez. En un rato nos encontraremos a comer carne. Íbamos a ir al Contramar pero preferimos Patagoni, el clásico de clásicos.

La piel me tira, está muy seco. Los jardines están hermosos con el pasto ya puesto. Pero recién en 15 días podremos pisarlo. El muro gris de la cocina y la sala de tele quedó espectacular, me hizo contenta.

Terminé lo que debía y solo le falta un repaso. La otra vez hablé de trascendencia. Ojalá no vuelva a importarme nunca más. Sería una frustración enorme. De marido no sé nada, ayer estaba resguardado en el hotel (sí, para en un hotel en Bs As, qué cosa tan rara) mientras se caía el cielo. Hoy creo que graba pero no sé bien, la comunicación es escasa y fragmentaria.

Y no mucho más. La semana que viene quiero comprar chocolate para que los chicos hagan paletas. Los llevaré al club. Simi quiere ir al MUTEC, que es el museo de tecnología, voy a ver si hay alguna muestra copada en el centro e iré conocer el nuevo deli de la Roma, además de enmarcar el cuadro que me regaló Nicolás. Y ordenaré, claro. Todos los ambientes comunes están hechos un caos.

En fin, chicos.
Ah, y sigo sin comer ni trigo ni huevos ni lácteos, restringí el consumo de carne vacuna y me excedí en el de batata y palomitas dulces y se me re nota. Odio mi metabolismo.
Así las cosas.