lunes, 19 de noviembre de 2018

Volver a analizarse. Empezar a revolver el fango de la inconciencia. El goce de la pulverización. Descubrir aunque sea tarde. Nunca es demasiado tarde. Solo tarde a secas. Abandonar la expansión, replegarse, protegerse. Aceptar. Achicar el gap entre el discurso y el acto. Decirle no a la autodestrucción.

Es otoño en Miami. Un otoño templado. El cielo azul nuboso. La casa en silencio, la cama sin hacer, la voz entrecortada por el llanto, el día que no sabe a nada. Entender por primera vez qué es lo importante y dejar lo fútil. ¿Será? ¿Será que nunca es tarde? Seguir esperando el efecto de las drogas legales, conseguir un mínimo de energía, de entusiasmo. Mientras: lechuguismo. A veces vale no poder.

Así las cosas.

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