sábado, 7 de abril de 2012

¿hola?



Pasan los años, los hijos, los kilos y yo no sé usar el photoshop. Hablaba con Domi ayer a la noche, como si tuviéramos 15 nos pasamos dos horas con la oreja pegada al tubo. Lo único joven que puedo declarar de los últimos seis meses. Cuatro, como máximo. Esto de estar completamente avocada a la maternidad me tiene pasmada. Y agotada. Y con el bocho quemado, claro. Mis hijos están más insopor que nunca. No valoran en lo más mínimo. Cuando yo era chica mis padres no se preocupaban en lo más mínimo por nuestro entretenimiento. Una o dos veces al año íbamos al cine. Una vez al  Circo de Moscú si teníamos suerte y listo... los fines de semana nos tiraban en el club y después mirábamos tele cuando íbamos a lo de mis abuelos. A nadie le parecía que tenía que hacer algo por nuestra diversión. Madre, por lo general, además: se sentía mal. Casi todo el tiempo. Y trabajaba. Claro que se ocupaba, eh. Nos buscaba en la escuela y almorzaba con nosotros en un tiempo récord (almuerzos exprés) y después nos dejaba en compa de la nana y la tele. Me vi TODAS las novelas habidas y por haber, completamente inadecuadas para mi edad, claro. Estoy segura de que eso marcó mi vida sentimental. También teníamos nuestras actividades extraescolares que por lo general, excepto las del club, eran caminando y de más grandes ya podíamos ir solos. Y si no, madre nos llevaba y traía, siempre con bastante apuro y nerviosismo. No digo que yo sea muy distinta, eh. Mi humor suele ser bastante malo por no decir malísimo pero me amparo en que estoy TODO el puto día acá, trabajo escuchando quejas, ayudando con tareas, haciendo galletas y recibiendo gente. Y muy pocas veces me quejo de mis dolencias ni me tiro en la cama ni tomo pastas. 

Bueno. Igual la estoy pasando bien. Como si estuviera en mi piel a pesar de todo, con este mechupaunhuevismo por todo lo que no sea lo afectivo (el viernes, de todas maneras, madre me compró Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento de Steiner. Me queda seguir leyendo y desear que en algún momento la vida se me re erotice (hoy me comí casi entera una barra de chocolate semi amargo como para no sentir que la vida es TAN sosa; y antes me clavé en el Lampuga dos tostadas de atún muy reconfortantes).

Bueno, mi hijo menor LLORA al ritmo de "llamá a papááááááá, quiero saludarlo, estoy muy triste". Con mis dos hijos mayores me pelié todo el santo día por su rompehuevez e ingratitud: soy una madre cualquiera. 

En fin, chicos.
Así las cosas.

1 comentario:

María (ahora en paz) dijo...

¡Flaca!
Eres una flaca, te prohibo que vuelvas a hablar de problemas relativos al peso.
Besich! Nos vemos el domingo.