miércoles, 25 de enero de 2012

el tiempo

Qué dimensión rara la temporal, tan indescriptible.

Mis días se suceden uno tras otro casi sin variaciones. El devenir sin mayores sobresaltos, en una misma locación, puede ser enloquecedor. Los presos se deben sentir bastante parecido a como me siento yo, en un punto. Alguien saltaría a decir que en mí está el factor de la voluntad. Le refutaría diciendo que es un optimista, que el humano a veces no majena todas las variables a su antojo, sino que, por el contrario,  es un rehén de sí mismo.

De todas maneras, sería una argumentación incómoda para mí porque hace unos cuántos años que pregono el voluntarismo como la única solución a los embates de la realidad.

En este sentido lo único que puedo esgrimir a mi favor es la nueva rutina de ejercicios y la escritura.

Sigo durmiendo mal en soledad. Y después de las 6.35am, aunque vuelva a la cama, no puedo conciliar el sueño nuevamente. Además, ya comienzan los movimientos de los otros dos. Así que salí temprano, dejé a Milo en la guardería y fui al club para que el entrenador del gimnasio me armara la rutina.

Mi plan consiste en dos veces por semana hacer aparatos y 45 de aeróbico. Un día "glúteos y abdomen" + elíptica y otro "brazos y abdomen" + patinadora.  Los jueves spinning + pilates (a ver si aguanto) y otros dos días nadar. Los sábados hay zumba y vendrá a reemplazar el día de la semana que no pueda ir (es muy difícil lograr ir de lunes a viernes, para ser honesta).

La dieta está haciendo estragos en mi humor. 

Hoy solo logré hacer glúteos y abdomen y solo 15 de aeróbico por el tiempo. El supermercado me lleva mucho. Busco productos lo más naturales posibles, comparo precios, elijo tés, verduras y frutas, pido que me muelan la carne y que me fileteen los pescados que no sean congelados y hayan llegado el día anterior.

En este contexto y con la mudanza acechando, el desempleo tiene sentido.

O no.

Tengo poco contacto con humanos mayores que no sean Silvia. Marido no tiene interés en mí. Soy triste por eso pero intento no pensar. Aunque en el encierro suburbano se vuelve un toque complicado.

Y no mucho más. Hay cierta tranquilidad en esta decisión de hacer la plancha. Pero, a la vez, la tristeza y la miserabilidad, sin angustia, son sentimientos basales y crónicos.

En fin, chicos.
Así las cosas.

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