miércoles, 22 de febrero de 2012

la cuestión del tiempo

Ahora, después de que no fuera un problema (ni siquiera un tema), el tiempo (su falta) se volvió algo primordial. El tiempo y el cansancio podrían ser los dos tópicos principales. El día es largo (casi eterno podría decir) y sin embargo, no me rinde. O sea: no llego a hacer nunca lo que desearía. Por ejemplo: leer. U: hornear un panqué (budín). Ni siquiera pude hacer ejercicio aunque la causa principal de ese punto sería el dolor de garganta infame que no se va hace semanas y que se acompaña con un dolor intenso de cuerpo que tampoco ceja. Debería encontrar la causa de todos mis males, una causa holística que se pueda solucionar pero creo que con la cabeza hay poco para hacer (aunque... todos en la familia estamos igual).

 Hoy hubiera querido hornear un panqué porque vinieron Xime y Gaby y Mer -que hizo uno de limón que parecía exquisito- (hoy, a todo esto, comí una milanesa después de mucho tiempo pero no lo considero pecado sino la ingesta permitida de carbohidratos dentro de mi nuevo y propio esquema) y también estaban las galletas que trajo Lisa (vino un mini rato a comer, el domingo se vuelve a Palo Alto) y a los pequeñitos (los grandes tuvieron tenis) les hice palomitas. Antes de que llegaran Xime y Gaby fuimos con panza a Costco, era la segunda vez en el día y fue en busca (infructuosa) de unos merenguitos light de solo una caloría (¡milagro!). A la mañana había hecho también Chedraui y fui al club a bañarme. La casa está llena de gente trabajando y el polvo se expande por todos los ambientes generando un tipo de fastidio que se conjuga con la sequedad ambiental reinante.

Tengo trabajo pendiente y atrasado. Mucho cansancio. Un marido ausente (llegó a las 4pm de LA pero siendo las 8.35 aún no arribó al hogar) y bocha de hijos.

La vida no me estaría alcanzando.
Pero ahí vamos: no es queja.

Lo que leo en los diarios me entristece pero no tengo nada más para decir.
Por ahora: así las cosas.

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