miércoles, 8 de febrero de 2012

qué día

Hace casi 7 años, dentro de una 1 hora y 7 minutos para ser exactos, nacía mi hija. Mi única hija. Intento recordar el momento con felicidad pero me cuesta, pobre hija, el contexto era tan complejo que ni siquiera quiero reponerlo. Pero el amor pasa por otro lado. Amor es hornear dos panqués, hacer una chocotorta, correr para llegar a la escuela con uno comprado con pequeños chocolates Hershey que se repartieron los niños, buscar un regalo que le guste, armar algo así, rápido, para que el cumple no pase desapercibido, pensar algún otro festejo pequeño para complementar y hacerlo con gusto y dedicación porque eso, al final, es la maternidad.

Marido no participó de absolutamente nada. No hay reproches: él es el único que se lo pierde. Lo que pasa no vuelve. Desde siempre fue igual y es un problema suyo. Son las 9.05pm y sigo esperándolo. Mi papá era uno de los protagonistas de todos mis cumpleaños. Y de los de mis hermanos. Alguno lo animó él, de hecho. Las cosas a veces son tan distintas...

Y se murió Spinetta. Y contuve las lágrimas cada vez que leí algo. Y me acordé de todas las noches en las que me fui a dormir escuchando Artaud. Y de los acordes de no sé qué canción que aprendí a los 15, en mis clases de guitarra, descubriéndolo. Me dio una pena infinita, la gente no debería morirse más.

Podría seguir pero estoy cansada. Muy cansada.
Así las cosas.

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