sábado, 11 de febrero de 2012

recortada

Como fuera del mundo, entre paréntesis, externa o al revés, absolutamente interna. De este lado sin percibir el otro, sin registrarlo.
Es sábado de tarde, está gris, algo frío, la lluvia sigue amenazante después de una semana húmeda, atemporal. Ayer a la noche se me cayeron lágrimas a mi pesar cuando me despedí de padre. Fue triste. Cuando están acá me olvido de que es de visita, algo extraño y pasajero, naturalizo su presencia como es natural en las relaciones filiales: los padres están cerca, son lo cotidiano. La distancia (o el exilio) invierten la realidad de un modo antinatural, lo transforman negativamente.
Leo los diarios y me entristezco más. Sin tiempo para nada "útil" se pasan los días. La no pertenencia como  como modus vivendi. La mirada hacia adentro como la gente normal. La energía puesta acá y en ningún otro lado. La imposibilidad de pensar. Las fronteras demasiado cerca. Las trabas. Los más inmediato molestando. El cansancio de años y la mente perdida. Los libros tan lejos como los amigos. Los hijos alrededor dando vida. El núcleo unido y todo lo demás desmembrado. El desamparo. El sueño. La extrañeza.  

Y en otro orden de cosas (o el mismo, vaya uno a saber):

la dieta. Los kilos demás estampados para siempre. La voluntad intacta. La obsesión. Los baches de la conciencia.

Y otros etcéteras.

Marido en la casa aún vacía. Con hijo menor. Madre en el cine con hijos mayores. Silencio alrededor. Aprovechar y leer. ¿Podré? Perdí la costumbre.

Ah, el trabajo atrasado.
Así las cosas.

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