jueves, 28 de febrero de 2008

mini crónica de una merienda en la boutique

sábado a la tarde. dos pares de hermanas riendo por chistes malos. un chico, al lado, tomando una copa de vino, leyendo un libro ya subrayado. una sonrisa dibujada permanente: o se había fumado ocho porros o no podía creer lo que escuchaba. le pedimos de todo: la silla, una trago de agua, casi casi su compañía pero no nos hizo caso. la moza se olvidaba de nosotras. después, otra amiga rubia con historias de amor de esas jugosas. comenzaron los susurros y el amigo perdió su oportunidad de divertirse más. pagamos y nos fuimos en el auto más canchero que transita la ciudad.

la versión delicada acá.

por tardes como esta extraño MUCHO bs as.

3 comentarios:

Paula Mariasch dijo...

mi novela continúa y necesito otra merienda este sábado!! cuándo venís???

Anónimo dijo...

Susana Reinoso | Ver perfil
Vida cultural
El sueño de Victoria Ocampo
Por Susana ReinosoJueves 28 de febrero de 2008 | Publicado en la Edición impresa Noticias de Cultura: < anterior | siguiente >> Ver opiniones de lectores (2) Enviá tu opiniónImprimirEnviar por e-mailCambiar de tamañoPublicar en tu sitioVotar (8)Ya votaste (8) CompartirLink permanente
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"El amor y la cultura aumentan con el reparto. Cuanto más se dan, más se tienen." Esto dijo Victoria Ocampo, la mecenas argentina que abrió sus casas en la Argentina a escritores y artistas de todo el mundo, con el sueño de que al estrechar lazos con los argentinos "aumentara la conciencia sobre nuestra identidad cultural". El sueño de Victoria -que consta en Testimonios - era que, más allá de su muerte, la Argentina tuviera un lugar donde los creadores y pensadores "pudieran encontrarse, conocerse y dialogar". Eso motivó su legado a la Unesco. En una entrevista publicada en LA NACION en 1976, Victoria subrayó que su deseo era que el destino que espontáneamente habían tenido sus casas se prolongara, sin necesitar su presencia. Ese es el guante que recoge hoy su sobrina nieta, Dolores Bengolea, esposa del cineasta Héctor Olivera, a través del Proyecto Victoria Ocampo. Desde enero de este año, una casona restaurada en el pueblo bonaerense de Puán se ha convertido en residencia de escritores y artistas. En menos de dos meses pasaron por allí la escritora griega Katerina Mouriki, la rumano-canadiense Flavia Cosma, actualmente en el país, y la artista chilena Catalina Parra, sobrina de la eterna Violeta e hija del reconocido poeta Nicanor Parra.



* * *


La casona de Puán es, como soñaba Victoria, "un lugar agradable para encuentros e intercambios" y tiene un jardín. Todo se concretó a partir del fallecimiento de Isabel Bartolomé, quien fue niñera de Dolores Bengolea. La sobrina nieta de Victoria Ocampo restauró la casa en vida de su nana. La directora ejecutiva del Proyecto, la escritora Ana Quiroga, cuenta que al recibir la donación, la descendiente de Victoria Ocampo decidió "devolverle aquel sueño a Victoria". Por las legendarias casas de Victoria Ocampo pasaron, entre otros, Tagore, Stravinsky, Ortega y Gasset, Camus, Malraux, Borges y Bioy. El Proyecto Victoria Ocampo está en sintonía con la Village Yourcenar, en Francia. Ubicada en Mont Noir, en la frontera con Bélgica, la casa de la infancia de Marguerite Yourcenar sirve como residencia de escritores en pleno proceso de creación. Allí ha escrito, por caso, la escritora argentina Elsa Osorio, autora de Cielo de tango .

La iniciativa de Bengolea tiene otra directora ejecutiva en Nueva York: Karen Phillips, quien tradujo la obra de Victoria al inglés, tiene -como Ana Quiroga, en Buenos Aires- el cometido de sumar patrocinadores, que, junto con los locales, fortalezcan el crecimiento de este proyecto novedoso, con el que se vivifica el compromiso de Victoria con la cultura: "Durante mi vida entera he luchado para que nuestro país alcanzara un estándar de alto nivel literario. El conocer a los demás facilita el conocimiento de lo propio. La interacción de las culturas es fecunda".

JB dijo...

querida amiga, ojalá estuviera ahí para que fuera este mismo sábado...tendremos que esperar hasta quién sabe cuándo.