martes, 16 de octubre de 2007

continuando...

Entonces, estábamos en que en agosto del 94, nos mudamos de Gallo y Charcas a Las Heras y Laprida. Casi en la esquina. Al día siguiente de la mudanza, con todo el olor a alfombra nueva y paredes recién pintadas, sonó el timbre y era mi amigo de la divi con quien supuestamente estudiábamos matemáticas. Digo supuestamente porque la verdad es que ninguno de los dos entendía nada y más que nada nos tirábamos en mi cuarto, el tocaba la guitarra, me contaba todos su problemas con la novia-tenían una relación muy tortuosa a pesar de sólo contar con 16 años- y yo sufría porque estaba muy enamorada. Había bastante de sadismo de su parte y supongo que algo masoquista del mío, fue él quien meses después, cuando yo volví de mi viaje a Israel, vino a mi casa una calurosa noche de febrero y no sé cómo terminamos a los besos pero cuando volvió del baño me dijo que no se acordaba de nada porque había fumado porro antes de venir a mi casa! Fue una situación muy ridícula a la cual no supe como reaccionar y creo que terminó yéndose sin decirnos nada más. Hoy me parece una de las anécdotas más divertidas de mi adolescencia por el grado de inverosimilitud. Ese viaje a Israel cambió muchas cosas, era bastante raro que yo, con mi educación cien por ciento laica me fuera a Tapuz pero era un regalo de mi abuelo y pensé que debía aprovecharlo. No fue un viaje en el que la haya pasado particularmente bien, antes de irme mis amigas me organizaron una despedida en el loft de Parque Patricios donde vivía Maru, fueron todos nuestros compañeros y tuve que soportar toda clase de chistes que tenían un viso de realidad innegable. Fueron 52 días rodeada de judíos, conversando sobre cuestiones judaicas y sufriendo por si alguno del grupo me daba bola o no. Ese era mi sino, no sé si es el de todas las adolescentes. Una semana estuvimos recorriendo España y sin duda fue lo mejor del viaje, Israel es un país alucinante pero para ir sin madrijim ni cosas semejantes. Antes de volver a Bs As, me bajé en Montevideo en donde me esperaban mis padres para pasar dos días en Punta del Este no recuerdo bien por qué evento también judaico. Casi se desmayan cuando me vieron bajar. Había engordado una cantidad de kilos indescriptible, ni siquiera sé cuántos pero mínimo diez, presumo. Fue bastante tortuoso llegar al verano porteño en ese estado, después de Punta del Este fuimos unos días a Pinamar y creo no haberme puesto traje de baño. Pero Bs As me deparaba otras sorpresas además de la pérdida de memoria repentina por causa de la marihuana contada anteriormente. Cuando me bajé en Uruguay mis padres me comunicaron que mi hermana se venía a vivir con nosotros. Fue un baldazo de agua fría. No entendía por qué a los 17 tenía que volver a compartir cuarto con mi hermana de 23. No quise mudarme a la habitación de mi hermano que era mucho más grande, estaba empecinada en conservar mi cobacha aunque fuera compartida. Creo que no se la hice fácil a mi pobre hermana, aunque hoy agradezco haber tenido la oportunidad de tenerla cerca, de habernos quedado charlando hasta tarde, de compartir la ropa y esas cosas que uno hace con las hermanas, en el momento no me causó ninguna gracia. De todas maneras, Ale dormía mucho en lo de su novio, estudiaba, después empezó a trabajar y tampoco estaba tanto.

En el año 95, cursé quinto año. Fue un buen año dentro de la adolescencia, creo. El año anterior había sido muy duro para mí, la que era una de mis mejores amigas había empezado a salir con el hermano mayor de mi amor imposible. Yo estaba absolutamente rendida a los pies de este chico que no tenía ninguna intención de tener nada conmigo y que además vivía en EEUU. Pero ella logró lo que yo no podía, resultado: un brote cutáneo que me llevó a dos días en la Bazterrica con corticoides intravenosos que no bajaban las ronchas gigantes. También el comienzo de una gastritis que nunca más se me fue. Pero en quinto año, se produjo un pequeño milagro. Cuando volvimos de Bariloche me enteré de que Perazzo había decidido dejar de perdonarme y finalmente me llevé física a diciembre pero estaba contenta y vino Nico a buscarme al colegio en el auto de su mamá. Teníamos una relación intermitente e inexplicable, de hecho, doce años después sigo sin entender muy bien. Entonces, nos fuimos a pasear por Belgranos, comimos y no sé qué más hicimos. Era viernes, el sábado comimos un asado en su casa con mis padres- sus padres son íntimos amigos de los míos hasta el día de hoy y nos pasamos muchos veranos en Pinamar juntos, un viaje a NY y el Caribe juntos y otras cosas semejantes- y recuerdo perfecto que en la soledad de su cuarto me tocó en la guitarra Wish you were here y yo sólo quería gritarle que lo amaba. Un cúmulo de cursilerías todas agolpadas. Esa noche cené con mi amiga Felicitas y después fui a una fiesta en la que estaba él. Me llevaron a mi casa en auto y en la puerta menemista de Las Heras, ocurrió el milagro. Nico me dio un beso y subió a mi cuarto a revolcarnos de lo lindo. Afortunadamente mi papá no se levantó en calzones, cosa que hacía seguido, para ver cómo estaba y él al día siguiente volvió a Boston donde vivía. Después de eso fueron años de idas y vueltas, de ir a telos y no coger y cosas por el estilo hasta que él se enamoró de una vietnamita (en realidad no sé la nacionalidad exacta de la que fue su novia pero sí asiática) pero vino en septiembre del 98 y ese mismo día me llamó y fue conmigo al cumple de Pau. Como yo estaba trabajando en un congreso de obstetricia, no pudimos pasar la noche juntos. Durante una semana no volvió a aparecer y yo no aguanté más y lo llamé. Le pregunté que qué carajo le pasaba y se quedó callado y balbuceó algo así como que tenía novia y no sé qué más y yo terminé toda relación diciéndole que se fuera a la mierda y cortando el teléfono para siempre. Fue triste pero efectivo. Ese mismo año lo habíamos recibido en mi cuarto, a los besos, arrinconados contra el placard, con todas nuestras familias en el living gritando que fuéramos. La excusa era fumar. Ese cuarto fue testigo de muchos encuentros amorosos, a decir verdad. Era una época en la que no tenía muchos reparos en ir con cualquiera, si no iba a un telo íbamos a mi casa. Sobre todo si mis padres estaban de viaje, cosa que ocurría con bastante frecuencia.

También era un clásico terminar las noches de viernes y sábados en la cocina, comiendo bizcochos que hacía mi mamá, tomando litros de café hecho con la Bodum y fumando cantidades de cigarrillos. Mi mamá siempre tuvo la casa abierta para el que quisiera venir. En sexto año, nos juntábamos todos a estudiar en la mesa del comedor, éramos un rejunte de la primera, la segunda y la tercera, Jime y yo las únicas chicas. Fue el año que mejor la pasé de todo el colegio. Después, nos reuníamos con las chicas a estudiar cosas de la facu. También con Lau íbamos a la Alameda que quedaba en la misma cuadra y años después al CHE, otro bar menemista a dos cuadras de allí. Las Heras es una avenida espantosa pero pasan una cantidad inigualable de colectivos que me hacían la vida mucho más fácil. Dejé el subte para tomarte el diez exactamente en la puerta, allí me encontraba con Santiago o volvíamos juntos en el 93. El subte era mucho más popular, caminabas con la manada y después cada uno se tomaba la línea que le correspondía. A mí creo que me gustaba más el colectivo, el olor a subte, la gente apretujada, caminar desde Santa Fe y Agüero hasta mi casa me provocaba angustia. Una ventaja más de vivir en Las Heras fue que el IH me quedaba a dos cuadras en lugar de las doce que tenía que caminar desde Gallo y como las clases empezaban dos y cuarto y yo salía del colegio a la una, verdaderamente me dejaba al menos comer más tranquila. Eso sí, la casa de Fer me empezó a quedar más trasmano, eran dos colectivos así como también la facultad. Me pasé cinco años tomándome dos colectivos para ir hasta Puán. Eso sí no era cómodo.

A fines del 98 empecé a trabajar en Los Inrocks y me tomaba el 38 para ir a la oficina que quedaba por Congreso. Eran épocas de salir de lunes a lunes, muchas veces iba a trabajar, después a la facu y de ahí directo a La Cigale. Muchas veces volvía en Bondi desde el bajo, me tomaba también el 93 y me bajaba en la esquina de mi casa en plena madrugada. Lo que sí era muy cómodo era tener la Norte a tan pocos metros. Era fácil comprar los libros que necesitaba con la extensión de la tarjeta de mis padres. Muchas veces pienso cuánta inconciencia. Cuánta comodidad desaprovechada por pensar que la vida era compleja. Una verdadera pena.

continuará...
lunes 15 de octubre de 2007, 12.45 pm.

2 comentarios:

['mju:zik] dijo...

...esperando la proxima entrega.

val dijo...

idem....