lunes, 15 de octubre de 2007

otra vez el principio

Mii familia puede no ser típica para algunos pero sí lo es dentro de una esfera socioeconómica porteña.Ttal vez, de alguna manera, mi papá fue un precursor separándose en el año 75 en un país en el que no existía la ley de divorcio. Un año después, conocía a mi mamá y al mes se iba a vivir con ella. Él tenía 37 y ella 25. Mis hermanas 8 y 4 respectivamente. No eran tiempos fáciles de la Argentina y mi viejo, con su breve paso por el gobierno de Cámpora, casi desaparece al ir a hacer el pasaporte para la luna de miel en Europa (si cuenta como luna de miel un viaje después de una no boda. fueron al cine y a cenar y luego se intercambiaron alianzas porque mi mamá era muy joven y supongo que necesitaba algún símbolo externo de esa unión). Vivían en lo que era el consultorio de mi madre, regalo de mi abuelo, porque mi padre además de haberse separado, había fundido (esa es otra historia) y luego se mudaron a un departamento del que poco recuerdo, en Luis María Campos, el edificio redondo lleno de milicos (jamás entendí esa elección de vivienda pero presumo que fue más el destino que la voluntad) en un segundo piso en el cual se escuchaba el tren como si pasara por encima. En ese edificio, la mujer de uno de los milicos me salvó de morir ahogada por un fizz. todos los recuerdos de esa casa vienen de fotos o son jirones de memoria que nunca podemos saber cuánto tienen de reales. Recuerdo sí la cama cucheta en el cuarto en el que mis hermanas y yo dormíamos cuando se quedaban allí.

En el año 80 nació mi hermano menor y ya no tuvimos opción. Pasamos del departamento luminoso y lindo-aunque lleno de milicos- de Luis María Campos para vivir en un segundo piso de tres dormitorios y dependencias en Canning y Las Heras (Canning 3020, el edificio azul gigante en el que siempre algún conocido vivió). En realidad, primero pasamos un par de semanas por la casa de mis abuelos. No tengo recuerdos concretos pero sí una leve sensación de incomodidad por esa época. Con motivos, supongo. Mi hermano nació 4 días después de que yo cumpliera 3 años. Mi mamá dejó que ese día pasara desapercibido porque me lo festejó dos días después. Mi hermano nació antes con la nariz rasguñada por el mismo y recuerdo, eso sí, perfectamente que mi abuelo me alzó para que pudiera ver a mi hermanito en la nursery de la pequeña compañía (actual Mater Dei, lleno de monjas alemanas que luchaban contra mi madre desobediente) y yo no pude reconocerlo entre tantos bebés. Cuenta el mito que yo era la niña perfecta hasta que mi hermano vino a arruinarme el carácter. Cuenta la historia familiar, y esa es la que cuenta siempre, que mi hermano nació horrible pero al mes era el bebé más hermoso del mundo (en realidad es una historia cierta y hay fotos que lo documentan, mi hermano con sus cabellos de oro y sus ojos celestes era bebé de publicidad y yo para esa altura ya había perdido los bucles y toda la gracia). Meses después comencé mi vida escolar en un jardín de la zona llamado ser niño y luego mi educación escolar en el colegio viejo de Julian Alvarez. para cuando entré a preescolar, cacciatore ya había terminado las escuelas de ladrillos (llenas de vidrios, mármoles y demás materiales harto peligrosos para niños de cualquier edad) y mi padre hizo un escándalo para que no me dejaran en la vieja y me pasaran a la reluciente y aun no estrenada escuela número 26, distrito escolar 1ro, Adolfo van Gelderen. y allí fui, con mi delantal a cuadritos azules, con mi corbatín y mi maestra Teresa que más que maestra jardinera parecía vedette. Como la escuela quedaba a una cuadra y media de nuestro hogar, la ida y la venida eran perfectas. Mi madre alquilaba su consultorio a sólo unas cuadras y nos llevaba y nos traía. Para algunas actividades extra escolares, hacía pool con otras madres. Fue en ese departamento, en plena guerra de malvinas, mientras mi mamá tejía suerters inusables que mi papá trajo el primer televisor a color, un aurora grundig blanco de 8 canales, recuerdo estar pintando en el piso de la sala cuando entró con el novedoso aparato.

En el año 83 volvió la democracia, acompañé a mi madre a votar al Santa Teresita (recuerdo haberla acompañado y cuenta la historia que casi no la dejan votar porque yo le pregunté a voz en cuello si era ahí donde iba a votar por Alfonsín), mis tíos volvieron de su exilio en Venezuela luego de haber vivido también en Alemania y se respiraba clima de euforia en la ciudad.

El departamento era feo y comprimido pero tenía 3 cuartos en los cuales nos repartíamos los 4 hermanos. Daba a un contrafrente bastante espantoso al cual un vecino decidió tirarse y fue mi padre el que lo descubrió. en un edificio de tantos departamentos, pasaban muchas cosas raras. Mis hermanas venían día por medio y para nosotros era una fiesta. cuando tenés esa edad, tener hermanas que te lleven 6 y 10 años es un verdadero orgullo. aunque la realidad es que nuestra vida familiar en general estaba plagada de tensión, gritos y discusiones por cuestiones varias. mantener una familia tan numerosa no era fácil para mis padres. mi hermana mayor iba al vicente lópez y la otra al castelli, luego casi se queda sin colegio porque el avellaneda cambió su método de entrada y pasó de examen de ingreso a sorteo. Finalmente cayó en el Cangallo Schule.

Corría el año 86 y por cuestiones familiares, mis hermanas vinieron a instalarse con nosotros. La mudanza se hizo inminente y compraron nuevamente a un departamento de 4 dormitorios en Gallo y Charchas. Era un primer piso a la calle y pasaban diez colectivos por la puerta. para mí fue un hito porque pasé a tener mi propio cuarto. Teníamos un patio y la escuela quedaba más lejos. mi mamá odió ese departamento con toda su alma. Al lado vivía Marcelito, en la casa que estaba sobre el ladrillo, famosa casa de empanadas fritas. Su papá era el encargado y criaba canarios en la terraza. Con ellos hacíamos pool de ida y vuelta hasta que fuimos los suficientemente grandes para tomarnos, Marcelito y su hermano, mi hermano y yo, el 188 en mansilla. A la vuelta a veces caminábamos y otras nos tomábamos el 128 pero no tenía demasiado sentido porque en total hacíamos andando 5 cuadras de las 12 que había entre mi casa y la escuela. Ninguno de los dos quisimos cambiar de establecimiento y preferimos esa incomodidad. Un año, no recuerdo exactamente cuál, no comenzaron las clases por un paro general de docentes y mi mamá averiguó en diversas escuelas privadas pero ni la economía ni los principios le dieron para cambiarnos. por esa época mis padres se casaron finalmente, casi no hay boda por una discusión previa. sé que no fuimos a la escuela y que después del civil fuimos todos a comprar unas copas. A la noche hubo un sencillo festejo en casa.

Fue en esa casa en donde empecé a los 8 a salir sola. Primero caminar hasta inglés que quedaba en Santa fe y Anasagasti. Ir al quiosco o al almacén de la esquina y así hasta tener una cierta independencia. En esa casa comencé a encerrarme a leer en el baño, costumbre que mantengo hasta hoy en día, y a recibir toda clase de retos por parte de mi mamá que no entendía por qué teniendo mi propio cuarto, molestaba a toda la familia con esa rareza. Allí estudié para el ingreso al bs as, oriz me quedaba mucho más cerca que la escuela. Allí tuve insomnio a los once años y empecé a leer novelas inapropiadas para mi edad que mi madre me daba en un arranque de desesperación por una hija que empezaba a tener toda clase de angustias.

En el año 91 comencé la secundaria, antes de ir al colegio sacaba a la perra a dar una vuelta manzana y recién después me tomaba el subte. a la salida me iba corriendo a mi casa, no sólo porque a las dos y cuarto tenía inglés, sino porque tenía una fobia irracional y me quería volver rápido a mi casa. sufría enormemente los días de campo de deportes y sufría aun más porque no tenía amigos. al menos, no amigos que me resultaran contensivos y no me hicieran desear no tener que levantarme cada mañana.
Además de ir al colegio, estudiaba inglés, tomaba clases de piano, luego de canto, guitarra, teatro, iba al gimnasio, leía el diario, estudiaba lo suficiente como para aprobar todas las materias y vivía sufriendo por algún chico que no me daba bola (siempre eran los mismo, se iban turnando). A los trece años me dieron un beso por primera vez. Era un chico del cual no recuerdo su nombre, una noche que fuimos a bailar a BA. Luego pasaron dos años hasta que volvió a suceder. Creo que fue en una fiesta de quince, de Dana, que cuando se fueron mis papás (su madre era amiga de la mía) además de encender un cigarrillo, terminé transando con mariano, a los 15 años ya había entrado y salido de una granja de rehabilitación varias veces. Corría el año 93 y cuando no aguanté más le conté a mis padres, me prohibieron seguir viéndolo y yo lloré durante una semana con Sabina de fondo (como consuelo me compraron un equipo de música con cd para mi cuarto). Recuerdo estar en horas de clase contándole a Fer mis penas en el Querandí con un cortado con leche fría delante. El CNBA fue un colegio de puertas abiertas hasta el año 94, es decir, que cuando no tenías clase porque faltó un profesor o te rateabas (Fer y yo lo hacíamos casi todas las clases de inglés de segundo año) podías salir libremente. Íbamos a Oktubre y cuando cerró, al Querandí. A veces, también íbamos a plaza de mayo o a pasear por Florida. Nos teníamos sólo la una a la otra. Ese año, en tercero, también comenzó mi vida sexual. No cogía pero me toqueteaba mucho. A veces, me toqueteaba sin siquiera llegar a que me dieran un beso. Fer me reprendía y yo, con las hormonas en un baile descontrolado, pensaba que tenía razón pero no podía contenerme. Llevaba un diario desde los 13 años pero creo que era tanta la vergüenza que me daba mi comportamiento, que ni siquiera allí contaba esas cosas. En el recreo nos sentábamos abajo de la escalera principal a charlar indefinidamente. Quisiera poder decir que la pasé bien en el colegio pero mi adolescencia fue muy torturada a todo nivel.

El año 94 fue un punto de inflexión, no sólo nos mudamos de casa nuevamente sino que logré tener un verdadero grupo de amigas. Ya desde hacía rato salía con caro que me había rescatado de mi soledad un año antes. no tenía demasiado que ver conmigo (yo me dedicaba a leer y leer, escuchar charly garcía y fito páez y pensar que la vida era un sinsentido) pero me hacía de contrapeso y me solucionaba mi vida social de los fines de semana. Yo siempre fui de tener mejor amiga, de ser confidentes y contarnos todo, de dormir en casa de ellas. Entonces, en agosto del 94 nos mudamos. los noventas fueron prósperos y nos fuimos de Gallo, con todos sus colectivos ensuciando de hollín las cortinas, del ruido que no cesaba, del subte y pasamos a un octavo piso en Las Heras y Laprida. Fue una conquista estrenar el departamento. Mis papás pasaron a tener un cuarto en suite y mi hermano y yo compartíamos el baño en el que la ducha salía con una presión incomparable. Mi hermana mayor ya vivía en suiza y mi otra hermana con su madre. Mi cuarto era chico y oscuro pero a mí me gustaba, me encerraba a escuchar música, leer y escribir. Escribía unos poemas espantosos, existenciales y de amor, en un cuaderno con tapas ilustradas con dibujos de miró.

continuará...

3 comentarios:

dijo...

buenisimo, espero el continuara.

Anónimo dijo...

SEguí, Juli. me encanta cuando hacés estas crónicas de tu infancia.

Vir dijo...

Eh, juro que no entiendo por qué aparece mi mail ahí arriba...