domingo, 6 de noviembre de 2011

so long

El jueves a la noche vinieron Domi, Aracely y Acacia a casa por falta de luz. El jueves bajamos con Domi a buscar vestidos para mí y algunas cosas que faltaban y nos trajimos a Ramona. La parte en la que manejé con la pequeña Yorkshire en mi regazo no tiene despedicio y quedó inmortalizada. Si no fuera porque no la tengo y porque la cara hipotiroidea que me estaría afectando es indigna, postearía la foto. Después fuimos a Costco, yo llevé y traje niños y a la noche comimos pizza. Al final no miramos peli como era el plan.

Gusto de la comunidad. Saca la sensación de desamparo con la que suelo vivir, esa soledad pesada e inexorable. Ayer nos levantamos y salía rápido hacia zumba. Hice solo una hora para poder llegar al Palacio de Hierro a ver electrodomésticos y después a la muestre de Ron Mueck. Dejamos el coche en la oficina, caminamos hasta la tienda departamental, el pequeño se portó como el orto (incluyendo llanto a los gritos tirado en el piso). Mi paciencia anda en niveles bajísimo por hormonas varias. Lloro, grito, me calmo, todo el en el término de pocos minutos. Para que los niños no se impacientaran desde el comienzo, en lugar de caminar hasta el metro Polanco, nos tomamos un taxi. Hicimos dos estaciones por la línea esa (creo que es la azul) hasta Tacuba y después agarramos la de Tacubaya para bajarnos en el sótano. El plan era pasear como turistas, que los chicos conocieran el metro y nos sufrir por el estacionamiento en el centro. Cuando llegaos el tren estaba lleno en la estación, parado. Decidimos esperar al próximo sentándonos en el andén (en el piso) pero este no avanzaba. Marido fue a preguntar y le dijeron que "andaba lento". Ese fue todo el desarrollo. A marido le pareció buena idea entonces meternos adentro de un vagón y esperar a que arrancara. Según él estaba saliendo cada media hora por lo que el peor escenario implicaba 10 minutos de espera. Estábamos realmente aplastados los cinco, esperanzados hasta que nos dimos cuenta de que no daba, era posible que ese tren no arrancara más. Salios a la superficie en el medio de un tianguis en el que la superpoblación se hace patente. Todos esperaban taxi. Primero marido quiso seguir con el plan. Cruzamos la calle y encontró un taxi de sitio que pretendía cobrarnos 120 pesos para llevarnos al Zócalo. Me negué y a la cuadra nos bajamos. Los chicos se quejaban, un poco angustiados ya, y el cielo se cubría de nubes grises que anunciaban lluvia. Atravesamos el tianguis hacia el otro lado, pensando en caminar para salir del meollo hasta que encontramos un taxi salvador que se desocupada y nos subimos corriendo. Marido pretendía seguir con el programa pero el señor lo hizo desistir y volvimos a la oficina de donde habíamos salido. Agarramos el coche, fuimos a comer a un lugar espantoso, paseamos por una tienda de muebles y volvimos a casa.

Le encajé toda la prole a la pobre Domi que se quedó de institutriz exigente. Se quedaron pintando, hubo un par de llamados pero después parece que logró ponerlos en caja. Nostros nos perdimos camino al Palacio de los deportes pero al final llegamos. Tocaron dos bandas antes de Los decadentes... marido primero se portó como un patán, busqué un baño (la sala de la produ no tiene) y cuando salí, el pibe se había ido. Me quedé en un rincón semi llorosa (estoy en extremo sensible) y decidí que si tardaba 10 minutos más pedía que la camioneta me llevara a casa pero se rescató y vino a buscarme. Igual, medio que cada uno hace la suya. Yo vi un cacho en el sillón atrás del equipo de sonido y otro cacho al costado del escenario al lado de Carca, quien no subió con los otros Babas a tocar. Aguanté dos segundos en el green room. La decadencia del rock no es para mí.

Bueh. Tengo que ir a hacer tareas de madre. Esto no da para más. 

Así las cosas.

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