miércoles, 30 de noviembre de 2011

sueles encontrarme en cualquier lugar y ya lo sabes, nada es casualidad

El silencio no es tiempo perdido.

¿Cómo se puede tener tanto sueño?

Leí primero El libro perdido de Heinrich Böll cuya autora me lo regaló el lunes y, oh grata sorpresa, me atrapó y encantó. Son una serie de relatos protagonizados por diferentes mujeres que van encontrando el libro por casualidad. Le sentí un aire a Keegan. Después seguí con Acerca de Roderer, marido cuasi me obligó a leerlo y como es cortito y chiquito, le hice caso y lo terminé mientras él dormía. A marido le molesta que yo lea, hace movimientos bruscos que me entorpecen, se me tira encima, ronca (eso ya no es a conciencia, claro) y detesta que no le preste el cien por ciento de mi atención. Después retomé por un par de páginas El coraje de la verdad.

Apagué la luz añorando los cornalitos fritos que pescábamos con el abuelo en el muelle de Pinamar, los morenitos de Fanny, su torta de manzanas con crema batida, las mermeladas caseras y la vajilla inglesa que me espera, embalada, en algún rincón de la casa de madre. La sensación de seguridad que da la familia de origen, el pasto y las flores que cortaba la abuela, con una dedicación envidiable y una capelina enorme que le tapaba la cara junto a sus anteojos de mosca moderna. El olor a mar del Atlántico sur no tiene nada que ver con el del Pacífico Norte. La amplitud de las playas. El viento. El espesor de la arena que primero pela los pies y después se va oscureciendo a medida que se hace soportable. Las carpas y los personajes del verano. El parador. La inocencia.

También extraño Bs As. Ganas de hacer yo las mermeladas, como en mi casa de Seguí, de ciruelas y duraznos. Soy buena con las conservas al nivel del mar. Ayer, después de mucho tiempo, hice una pasta con verduras y todos los integrantes de la familia se los devoraron con gusto. A veces recupero el toque, en todos los sentidos.

Los chicos no tuvieron escuela por lo cual fuimos los 4 al super. Arrastré mi humanidad complicada por unos dolores de panza inhumanos, mientras Simi llevaba el carrito, pagué el agua y completé el trámite del pasaporte de Milo. Llegamos temprano, trabajé arduamente mientras tomaba un té para intentar conseguir algo de temperatura y ahora haré lo mismo pero en la cama. Supongo que haré una mini siesta. Y también veré si llevo a los pibitos a ver Los muppets. Mail de Xime, por ahí viene hoy, plan de cine cancelado. Estoy en jogging, sin bañarme y no creo que vaya a hacerlo tampoco. Sentirse mal es lo peor del mundo. Mi aparato digestivo me da problemas continuamente pero este dolor no lo sentía hace años.

En fin, chicos.
La memoria: esa estampa indeleble.
Así las cosas.

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