miércoles, 8 de julio de 2009

pinche insomnio

Ahora son las cuatro y treinta y cinco, lo dice la compu y lo dice la nueva ultra hiper moderna blackberry de mi marido que acaba de irrumpir en nuestras vidas y de noche, como por arte de magia, se convierte en despertador digital con los número brishantes y enormes. El pobre sucumbe ante las pavadas de los gadgets y esta es touch y no sé qué otras mamadas tiene. A mí todo me parece una ridiculez pero ni modo, a él le copa y cada vez se da menos gustos (casi ninguno, el último fue arrasar con Penguin en Buenos Aires a lo que yo- para variar- reaccioné muy mal tildándolo de todo lo malo existente).

Fuimos a la premiere, sólo al cine (fue en uno de los Platino de Antara) pero no al cóctel posterior en el W porque hueva infernal tener que decir lo mala, pésima, horrible que nos resultó. Creo que es la peor película que vi en mi vida, al menos, la más cursi y con los textos más vomitivos y predecibles. Nos quisimos matar, ganas de levantarse e irse pero miedo a que apareciera alguien y tener que dar explicaciones. Salimos y nos vinimos corriendo. Yo, muerta de hambre (no puedo pensar en nada más que en comida cuando se da algo tan poco frecuente como que tenga hambre- nunca llego a tal estado). Sacamos cuatro milanesitas del freezer y arme un cous cous con ají, tomates confitados, almendras tostadas y aguacate en dos minutos (Diego también se hizo antes un rap de pepinillos y roast beef y se bajó una cervecita, yo abrí una coki a pesar de ser martes- en las vacaciones vale todo). Nos dio mucho gusto sentarnos a comer aunque ya eran las once (tardísimo para mí). El baby tiró un montón, de hecho, Jose no tuvo que darle la leche que tanto me costó conseguir (me pasé, literalmente, dos horas llenado una mamilita, las tetas me quedaron golpeadísimas y las manos artrósicas). Pena que después vuelve al ritmo de cada tres horas (de siete a doce no tiene ninguna gracia).

Bueno, voy dejando esto que ya no da. Tengo que dormir porque si no, mañana soy una zombie. Me quedo profundamente dormida a eso de las seis y media y me despierto a las ocho y cacho en un estado lamentable. Todo al revés.

La vida de la gente de alrededor (gente muy cercana) puede tomar rumbos inimaginados y yo no soy de palo (ni mucho menos) y me altero más de lo que quisiera.

Así de desordenado el descanso.

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