jueves, 10 de diciembre de 2009

mucha gente, mucha atención

Mis dos hijos varones me revolotean mientras escribo en el estudio. Ya bajé juegos en el iphone para que puedan usarlo en el avión, llevaremos un par de pelis, música en el ipod, marcadores para que dibujen y libros para Simón. Diez horas diurnas es un verdadero estrés. Con tres niños menores de diez años. Te querés matar. Intento escribir. Intento trabajar. Tengo pendientes laborales. Tengo que terminar de elegir los jueguetes y ponerlos en algo para donar. Hice razzia. Me da mucho placer regalar cosas. Los chicos colaboran, aceptan casi todas mis sugerencias. Sólo no regalo lo que tiene valor afectivo porque fue regalado por algún familia (casi todo, en realidad). No usan sus juguetes y eso me llena de bronca y desconcierto.

Milo lloriquea, sueño, dientes, angustia de los ocho meses y vaya uno a saber qué.

Me faltan todos los regalos de los niños. Agotador. Fui a la mañana y volví sin nada. Pésimo. También me falta llamar a la depiladora, una vez más a Jose (hablé ayer y estaba con dolores). La semana pasada me enteré de que Karina nos abandonó así, de la nada, porque...¡estaba embarazada como de seis meses! Se la pasaba diciendo que pobre Jose, con su estado...En fin. Pobre. Siempre me faltan cosas, no sé cómo ni por qué desaparecen: libros, ropa. No tengo la energía para averiguar qué pasa. Más, sabiendo que nunca lo descubriré.

Hago un intento de armar agenda para Bs As pero es prácticamente imposible. Veremos cómo se dan las cosas.

Y no mucho más.

Así las cosas.
Encerradas y solitarias.

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