lunes, 18 de abril de 2011

un mal domingo lo tiene cualquiera

Aunque haya sido pésimo, desolador, sacado, aplastante y por sobre todas las cosas, olvidable.

La soledad en compañía suele ser mucho más cruel que la soledad real. Aunque más coyuntural también, claro. Pero igual de implacable.

Solo salí para ir al cine. Vimos Hop. No, hace años que no veo una peli para adultos en pantalla grande. Sí, qué tal, soy la que vive en otro país aunque no es su decisión, sin familia, con pocos amigos y poca vida en general. No, por mí no te preocupes, estoy bárbara, re contenta. Mi marido bien, sí, un poco en su mundo, por ahí no orbitamos necesariamente en la misma galaxia.

Porque yo no soy esa. Por lo general soy una puesta en escena de mí misma. Represento alegría, buena onda, pilas, entusiasmo, ganas de vivir, liviandad y superficie pero es todo mentira. Igual, no querés conocer lo que hay abajo.

Hay cosas que no ayudan. Leer a Kant, no salir de casa, no tener la compu para ver Cuevana y que a tu marido no le hayan enseñado nunca a comunicarse de verdad. Es triste. Me siento sola. La miseria cuando no es dicha se vuelve más miserable.

En fin. La dieta no ayuda. Bajé un kilo en una semana. ¿Qué es eso? Con mucho esfuerzo un kilo es cualquier cosa. Iré al endocrinólogo con el correspondiente perfil tiroideo cuando vuelva de Bs As. Hoy hay sol y clima de vacaciones. Ayer llovió vilmente. Marido fue al cine en traje de baño, campera impermeable y converse. Durmió el 80% del tiempo.

Y no mucho más, eh.
Más bien tirando a estado alfa vacacional, angustia extrema y ganas de otra explotar. Pero todo bien, eh.
Así las cosas.

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