lunes, 8 de agosto de 2011

Crónica de un viaje a Costa Esmeralda, Veracruz

Soy las 9pm y estoy en una suerte de terracita que tiene el hotel al lado de la recepción, único lugar en el que hay internet. Podría decirse que es un hotel de rústico para abajo aunque no sé si estaría siendo del todo fiel al concepto porque no creo que tenga conciencia de rusticidad sino más bien una tendencia wannabe modern o algo así, raro. Pero tampoco podría decir que está mal aunque no valga lo que cuesta. Acabamos de llegar de un lugar que se llama Los Moros, a ocho kms, donde comimos cóctel de jaiba, pulpo asado, camarones al mojo de ajo y filetes de pescado asados. Bastante rico todo. Y mucho.

El post debería empezar ayer, que fue un día largo. Bah, lindo diría. Fuimos a lo de Lu y Diego y la pasamos genial. El pibe asó un lechón entero en el horno de barro que tenía un aspecto alucinante si comés productos de granja, también había chorizo una panceta marinada y cocinada a fuego lento que parece que la rompió pero yo no probé, después de la maratón de la noche anterior debía darle respiro a mi aparato digestivo, al menos en cuestión de grasas. Eso sí: le entré con gusto a las papas rústicas asadas que hizo mer (deliciosas), a la ensalada y al arroz salvaje con cous cous y hongos. Todo muy top y rico y muy diver. Los chicos también se hiper entretuvieron y marido estaba contento y hoy seguís diciéndome "qué bien la pasamos ayer", lo que todos sabemos que no es para nada su costumbre (marido no es de pasarla bien con facilidad). Después de la larguísima tarde (nos fuimos a las 8.30pm) intentamos dormirnos temprano pero yo fracasé, no sabría decir por qué y terminé clavándome un tylenol pm que devino en que no escuché el iphone de marido (tampoco puse el mío) y en lugar de despertarnos a las 4.45am como era el plan, amanecimos a las 6.30... Pero no pasó nada, marido cargó el coche mientras yo me daba un baño (no sé por qué cacé todo el olor a ahumado del lechón, marido para nada) y antes de las 7 estábamos on the road.

El ipod musicalizó bien, marido y yo empezamos a no querernos a los poco kilómetros de salir pero desconozco ahora los motivos (él aduce mi estado hormonal reciente, yo pienso que tiene autocrítica nula: lo que es cierto). A eso de las 11.30am llegamos a la ciudad e Veracruz y nos fuimos directo a desayunar a La parroquia. Habíamos tomado un coffe con alguito en la parada de carga de gasolina pero unas cuantas horas antes (ah, eso: marido consideró que yo debería haber cargado gas y procastinó eso hasta que la luz se prendió y empezó a hacer ruido de alarma, lo que me pareció malísimo pero igual callé sabiamente). La parroquia pareciera ser EL lugar al que tenés que ir a desayunar en Veracruz, de hecho, la produ hizo un programa de cocina y el primer capítulo pasan por ahí por lo cual marido le trajo el dvd al dueño quien no se inmutó ni se emocionó ni nada. Los chicos pidieron huevos con tocino (??), marido unos chilaquiles contundentes y yo unos molletes, ricos pero molletes al fin (no tienen mucha ciencia). Eso sí: el café con leche (ese que le ponen poco café fuerte en un vaso y mucha leche) estaba deli. Una vez saciados decidimos caminar un poco por el malecón pero duró un suspiro porque se largó la lluvia (yo, muy precavida, tenía un mini paraguas en la cartera) así que volvimos raudos al coche y después de que el GPS no supiera de la existencia de la carretera Nautla Poza-Rica, le preguntamos a un par de seres y hasta que constatamos que sí estábamos yendo por el camino correcto (la señalética mexicana tiene deficiencias bastante graves, hay que decirlo). La ruta es pesada porque precisamente es ruta y no autopista y está llena de camiones. La gente maneja pésimo, pasando cuando no debe y cosas por el estilo y se hizo bastante largo pero un poco antes de las 4pm finalmente llegamos a destino.

Saqué las cosas de la valija (son pocas, obviamente), nos cambiamos y bajamos a la playa. La arena es oscura pero muy brillosa (no sé cuál será la piedra que parece brillantina pero es bastante impresionante ver las chispitas al sol) y bastante suave. Yo llegué unos minutos después y ya estaban todos copados. Camilo no paraba de decirme, recostándose en la orilla, lleno de arena: "me gusta, mamá". Comestible. Y los otros se metieron un montón con el padre mientras yo, sin ningún tipo de dignidad, me acostaba blanca y gorda, con los flotis de Milo puestos en MIS brazos, a cuidar al baby también toda enarenada (marido e hijo mayor se dedicaron a cubrirme de arena mojada durante un buen rato ) y bancándomela como un lady (sabemos que detesto el tema arena pero superé todo y me dejé ser). Y mientras los cuidaba y agarraba conchitas y enjuagaba baldecitos, totalmente compenetrada con mi papel recordé mucho mi infancia en Pinamar (sí, como siempre que voy al mar) y también pensé que en el último tiempo lo que no me van son los grises. La contradicción sí pero el gris, no. En mi propia vida, eh. Con los demás no me meto. Después de un par de horas de playa pasamos a la pile y los pendorchos siguieron felices. Comimos la fruta que había traído, nos bañamos y partimos en busca de un restó digno o al menos con algún comensal a la vista.

Ah: lo de esmeralda es un acto de generosidad y marketing turístico porque el agua es más bien tirando a amarronada y revuelta pero todo bien, en la orilla es muy calentita y no vamos a ser nosotros, productos del Atlántico sur, los que critiquemos ningún agua mientras no esté contaminada.

En fin. Debo irme a mis aposentos. El útero me duele y estar indispuesta en la playa es medio un gancho pero a todo le pongo onda. Mañana iremos a las ruinas de Tajín después de desayunar y luego vida acuática.

Queridos: así las cosas.

2 comentarios:

María (ahora en paz) dijo...

Huevos tirados para la próxima vez que vayan a La Parroquia y unas canillas. Muero por conocer Tajín. Por cierto, hoy vi la última de Woody Allen y no pude odiarla más. Abrazos playeros.

Unknown dijo...

que buen relato!!! me encanta lo que mirás (el brillo de la arena, el menú del desayuno y las ideas, como los grises).
Saludos, Ana