domingo, 28 de agosto de 2011

no beberás los sábados por la tarde (o sí)

Llegué mareada y nauseabunda. Fue una tarde larga en el jardín, comimos mucho y riquísimo y yo bebí primero vino y después crema de mezcal, igual de deli que peligrosa. Los miles de niños jugaron contentos y tranquilos, Fer y Guille se pasan de relajados y buena onda (yo sufro un poco cuando hay tanto menor haciendo kilombo en mi casa) y nos reímos y seguimos comiendo y charlando durante cuatro mil horas. Pero... me tuve que meter en la camuch sin siquiera poder abrir una página. Marido le hizo una keka a Tita que se despertó y yo ya estaba desenchufada cuando alunizó a mi lado.

¿Cuándo aprenderé que calladita me veo más bonita? No discutirás sobre política con nadie y menos con pibes. Julieta: una vez más, plis llamate al silencio. ¿Es tanto pedir? Marido me tira a los leones sin culpa. En fin. Fumé mucho tabaco y dormí bien durante nueve horas.

Tengo mil diarios por leer pero no demasiado tiempo. Me levanté super pilas y decidí que como marido iba a jugar tenis, yo llevaría a los chicos al teatro. Simón se bajó y Milo también, prefirieron ir con el padre al club por lo cual Tita está acá al lado mío, tiradas en la cama, ambas empiyamadas, ya desayunamos y en breve vamos a bañarnos, hacer la cama y salir hacia el Centro Cultural del Bosque. Está bien hacer cosas. Ya dije que la dimensión fáctica salva a a las almas grises. Y yo tengo una de esas. También pegó la sugerencia de hacer cine club los viernes. Me recontra copa. Mirar pelis sabemos que es uno de mis planes ultra prefes y con vino, quesos y panes y amigos me parece un hitazo.

Eso sí: extraño Buenos Aires, no te creas, eh.

En fin. La vida no me da para todo.
Así las cosas, chicos.

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