viernes, 26 de agosto de 2011

soy mi propia sombra

Llegar de un viaje genera una sensación rarísima y yo últimamente me la paso llegando. Escucho a Tita que se baja del camión, estoy dormida, ralentada. Desacostumbrada. El saldo de todo es positivo, no solo que la pasé super sino que llegué y veo todo genial. La heladera está llena de comida sana, los chicos tranquilos, marido contento de tenerme acá. Viajé con una manada gigante de judíos religiosos, algunos argentinos y otros mexicanos. Por momentos no podía dejar de mirarlos y de pensar que me siento mucho más cercana a la gente del Opus que a ellos. Por otro lado, está clarísimo que los del Opus garchan mucho más porque los doblan en hijos, nunca sé si es real eso de que solo cogen los viernes. Algo de tener todos los hijos que la vida te da me parece tentandor, no por el tema de la fe, claramente, sino por la idea de dejar ser a la naturaleza. No derramarás tu simiente en vano, ahá.

Por lo demás, mmmmmmmmmmm. Acá, qué se yo. El tema mudanza/reforma me hiper estresa y el no tener definido a dónde vamos a ir, todavía más. Todo el tiempo me choco contra la pared y me parece tristísimo. Gente copada ¿dónde está?

No pude tirarme en uno de tres asientos aunque el avión estaba semi vacío porque ya estaban todos copados. Vi una película malísima de abogados, comí como una cerda (no sé qué me pasa) y en un momento de la madrugada agarré un vaso de jugo de naranja que me ofrecieron y me agujereé el estómago de la manera más vil. De todas maneras el viaje fluyó. Migraciones fluyó. Las valijas tardaron, pedí un taxi, caminé con mi carrito y me trajo una señora taxista mientras yo dormitaba. Una vez acá me puse un camisón y me escurrí en la cama después de exiliar a Milo que, como su hermana, dormía con marido. En algún momento garchamos, abrieron las valijas y les di los mini regalos. Marido se copó con el pantalón de corderoy y la billetera. Bien ahí.

Pero no reacciono. Vuelvo a la cama un ratito. No soy yo. Simón se fue a lo de Xime que era el cumple y se queda a dormir, vino a darme un beso y a decirme "hasta mañana".

Y no mucho más. No hay sol, Camilo no para de hablar y la vida es un discurrir sin mayor sentido.

Así las cosas.

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