sábado, 8 de agosto de 2009

la noche más dura

Comimos unos sandwichitos mientras los chicos terminaban de ver la peli. Jugaron a la rayuela en el living con el arbitraje de Diego y después de que mudáramos colchón al cuarto de invitados y cuna al cuarto de los chicos, les leyó un cuento y al rato se durmieron. Nosotros a las once subimos a la cama. Diego se había ido de casa a las seis y media y estaba destruido, yo estaba cansada mentalmente pero dado el poco gasto de energía del día, no tenía particular sueño. Vi un rato de elgourmet y después dejé CNN de fondo pero se apagó rápido (marido pone el sleep). No la volví a prender y me quedé pensando, maquinando creo que sería el término más atinado. A la una se despertó Milo, tira siete horas pero desde las seis de la tarde, no hay modo de cambiarle el hábito. Lo alimenté y me volví a la cama, aún insomne. En eso escucho ruidos y aparece Feli llorando que extraña a su mamá, para esto, ya habíamos dejado queso (y posteriormente habíamos formado su nombre con este material) porque se le había caído un diente, el diente envuelto en algodón y unas monedas. Le pregunté si no quería que yo me quedara con ella un rato pero dijo que no así que llamé a la casa, no soy partidaria de que los niños sufran. Claro que Juana, que dormía literalmente encima de la hermana, se despertó y también quiso irse, les calcé las pantuflas y las bajé para entregárselas al padre. Me volví a la cama a seguir intentando dormir. Pero nada. Internetié un rato y volví a posición de sleeping. Pasó poco tiempo hasta que se levantó Tita, que también dormía en la misma cama, preguntando dónde estaban sus amigas. La llevé tres veces a su cama y las tres volvió. Entretanto, a las cuatro Milo comió de nuevo. Prendí la tele para conjurar tanto pensamiento y Tita volvió a venir por cuarta vez. Decidí cortar por lo sano, la dejé ahí y me fui al cuarto de invitados. Diego de vez en vez se daba vueltas y abría un ojo pero no decía nada. Cuando me estaba por dormir, Tita vino a meterse en la cama del cuarto de invitados conmigo. Eran cerca de las cinco. Un poco antes de las siete Milo quiso comer una vez más, aproveché y me pasé a mi cama. Ahí logré dormir. A las nueve Jose me lo trajo alegando que tenía hambre. Diego se levantó y se bañó para irse a laburar, Simón insistió tanto para ir con él que también se bañó y se fueron juntos. Tita empezó a lloriquear que quería ver una peli. Yo lloré por el agotamiento extremo y la sensación de ahogo de la cual ya no puedo escapar. Intenté volver a dormir pero sonó el teléfono. Me levanté, desayuné una factura que José había dejado en la puerta (sí, no es parte de la dieta pero creí que tanto ajetreo merecía relajar) y de todas maneras, vomité todo a los pocos minutos. Ahora supongo que iré, me arrastraré, un rato con los pequeños al club y a la tarde intentaré dormir la siesta (es obvio que no voy a poder).

En fin.

Así de destruidas las cosas.

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