jueves, 27 de agosto de 2009

soy una gila

Parece que la masa de la empanada gallega hay que hacerla más finita y claro, pintarla con huevo. Bueno, me olvidé. De lo segundo, lo primero no lo sabía (no lo había pensado). También parece que hay que cerrarla. Mi primera empanada gallega no pareciera un éxito. Todavía nadie la probó pero la pinta lo dice todo. Leo gente que lee y pienso: qué groso. Yo no leo (casi) nada. Eso sí: el pastel de zanahorias parece perfecto. Me costó desmoldar pero salió entero. Mañana compraré azúcar glas y se la espolvorearé por encima. José hizo una sopa de hongos que tiene el peor gusto del mundo, creo que tenía detergente. En fin.

Todo por cocinar rápido, pensando en llevar a los chicos al parque. Y lo hacemos y llevan Legos y Nena, la perra de la vecina se come una motito y mi hijo mayor llora (me saca de quicio, debo confesarlo) pero voy y meto mis manitos en la boca de la golden y saco un cacho y el pibe sigue llorando porque es una mínima parte y entonces meto una vez más, un poco más adentro y saco todo y nadie me felicita por mi valentía y buena onda, sólo recibo quejas porque digo que es tarde y que ya todos deberían estar bañados. Más en fin. Así es la vida de la madre de suburbio.

Por otro lado, no aguanto más lidiar con la manga de pendejos mega imbéciles que me cruzo a diario: Office Max, Comercial Mexicana. Estupidez en su máxima expresión.

Bueno, termina el programa de Gordon y marido aún no llega. Prometió salir a las ocho y son las nueve. Ayer me dijo que en cuarenta minutos salía y dos horas después no había llegado. Me fui a dormir, no le atendí el teléfono y me planché profundamente.

Así las cosas.

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