jueves, 29 de enero de 2009

cosas-todas sin importancia-que pasan

Ayer fui al super con Roberta y Carlos (parece Roberto Carlos "yo quiero tener un millón de amigos), volvimos, descansé un rato y partí con suegro hacia Polanco. Reunión con nuevo administrador que me cayó perfecto y quiero que sea mi mejor amigo y no entiendo cómo mi marido no me avisó que existía antes, lo hubiera llamado feliz y otra hubiera sido la historia. Mi marido no se caracteriza por adecuarse a los procedimientos correctos (no sé qué versión de él se da en este blog, el pibe es un buena onda, muy creativo y con más pilas que nadie que yo conozca pero no es precisamente prolijo en ningún ámbito de la vida- aunque se enoje por mi descripción). En fin, me voy corriendo de la junta porque ya era hora de buscar a Simi y oh, llama la depiladora pero más oh, me ve un policía y me hace parar. Yo ya estaba retrasada. Le entrego licencia y tarjeta de circulación, le pido que por favor no tardemos porque estoy retrasada para buscar a mi hijo y me dice que se la lleva para agujerearla y sacarle los famosos puntos (acá rige el scoring hace rato pero no creo que nadie haya perdido un puto punto nunca). Entonces no se va y le digo que lo haga que estoy apurada a lo que me contesta que él no quiere hacerlo, que me quiere dar una manita. Y yo le pregunto qué quiere. No sé, lo que tenga. Mire no tengo nada así que haga lo que tenga que hacer y por favor no me retenga más (a todo esto a la depiladora le había cortado el teléfono muy abruptamente). En el tire y afloje y al darse cuenta de que no pensaba darle nada, me dice, bueno, vaya y no hable más por celular. Me fui con mi característica cara de orto pero muy orgullosa de no haber coimeado al cana (o haberle dado mordida para los locales). Lo llamé a Diego para contarle. Además, ya venía muy orgullosa porque el administrador, que es contador, decía que su metodología es igual a la que desarrollé yo en tres años (siendo licenciada en Letras). Me puso contenta saber que hice las cosas tan bien durante tanto tiempo (ya lo sabía, eh, sólo que me encanta que me confirmen). Cuestión que busqué al Coco y la realidad es que nos fuimos muy tranquilos sin Roberta en el auto, la pobre suele causar molestias todo el tiempo, supongo que a pesar de ella pero rompe los huevos de una manera inimaginable. Llegamos y le pregunto a Jose cómo había estado Tita y pone cara rara y me dice todo bien pero...pero sin respirar también dice: se cortó el pelo. ¿Dónde está? pregunto yo. Escondida recibo como respuesta. Le pregunto a Jose que cómo puede ser que se corte el pelo estando con ella y me dice algo así como que fue muy rápido y no sé qué más y escucho una vocecita que dice: acá estoy, muy quedo y con tono de culpabilidad. Y sale y tiene todo el lado izquierdo rebajado porque no es que se cortó el flequillo, no, se cortó todo un lado y tenía un estilo Muschietti. Le dije que nunca más hiciera eso, que había estado muy mal y que no podía mirar nada de tele en todo el día (no suelen mirar mucha por la cual es un castigo que no representa demasiado). La cuestión es que después de comer pescado con brocoli y de pelotudear en la compu, los saqué a jugar al parque (Simi no para de dar vueltas por la calle con la bici y Tita saca su triciclo pero no lo usa) hasta que decidí que mejor nos íbamos a la peluquería del club a que le emparejaran el desastre a la pequeña, así que tomamos las cosas de piano del Coco y partimos. Roberta otra vez empezó con no querer cortarse (en Buenos Aires le quisimos cortar y se puso a llorar desconsolada, la angustia de la castración o semejante le dicen) y tuve que negociar maní con chocolates que salen de una máquina que está en la mismísima peluquería por lo cual, Simi le daba en la boca y el resto nos lo manducábamos nosotros dos que somos el monumento a la chanchada. El corte le quedó muy bien, rebajado de los dos lados, con forma y bastante más corto y prolijo de lo que lo tenía. Después jugaron en los juegos (Roberta es super agil y se trepa por todos lados y se hamaca a velocidad super sónica) y Simi se hizo dos amigos. Yo los miraba muy tranquila, feliz de estar con ellos, pensando lo afortunada que soy de poder disfrutar de esas cosas (esta sensación me agarra sólo una vez cada muerte de obispo pero qué plenitud) hasta que llegó la hora de ir a piano. Lo dejamos en la puerta a Simi y nos fuimos en busca de algo de ropa para mí porque soy una ballena y no me entra nada. Hete aquí que en el local de embarazadas que hay en el Magnocentro todo es espantoso y carísimo (un ashco) y que en Zara ya te habían terminado las liquidaciones (!?) así que me compré un corpiño muy barato y una remera enorme en Bershka (bastante fea pero también muy barata) y nada más. Una pena. Compramos algo en el City Market para que nos sellaran el ticket y nos fuimos a buscar al mayor y a pagarle a la profesora. Después un ratito de parque, Diego que esta semana casi no laburo, llegó con el padre y su cara de orto (la de Diego), enojado conmigo por todo lo que hago o digo (está fastidiado e irascible) pero no me enganché y le puse onda y les cociné y acosté a los chicos y miramos el partido de Williams y Dementieva y me fui a la cama a las diez y media y dormí, aunque muy salteado y soñando cosas ridículas, mucho mejor que las noches anteriores.


Hoy tengo un almuerzo que me hace ilusión. Los chicos no se quedan al after porque hay asado en la productora y comerán ahí como despedida del abuelo que se va a la noche. Yo los buscaré y vendré a ultimar detalles del bolso que voy a empezar a hacer ahora para que ya quede listo mientras espero a la famosa depiladora que me venga a desplumar porque soy un mono impresentable. Y estoy feliz de irme a la playa. No soy muy fana de Pie de la cuesta porque no te podés meter al mar y finalmente tardás cinco horas en llegar pero pienso no hacerme problema, echarme a disfrutar del sol (y sufrir por mi tamaño y la espantosa textura de mi piel) y ver cómo mis hijos nadan y hacen pozos en la arena, tomaré jugos naturales y comeré mucho pescado. No se le puede pedir mucho más a un fin de semana largo, es mucho más de lo que pensé que tendríamos. Volvemos el lunes, el jueves llegan mis padres, el domingo ocho cumple Tita (tengo que organizar todo y todavía no decidí si hago comida o merienda, soy lo menos) y el lunes nueve Diego se va por diez días, mi madre se queda una semana haciéndome compañía y así se va la vida. Ya tengo que pensar si vamos a hacer algo para semana santa y rogar que haya mucho trabajo para pagar tantas vacaciones además de colegios, seguro médico (es anual y sale una verdadera fortuna además de que no cubre maternidad), parto y demás gastos de la vida.

Me voy a preparar el bolso!!!!
Así las cosas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

demasiadas cosas en un día. los niños no requieren tanto, son los padres los que requieren tanto. existe como una gran preocupación para que los niños no se aburran, y aburrirse es una parte fundamental de la vida. el aburrimiento es lo que me permitió pasar los mejores momentos de mi infancia, creo que el atosigamiento actual es todo lo contrario: niños y padres con obligaciones y poco espacio para el dolce far niente. tendrías que dejar que tus hijos se aburran soberanamente sin culpa. para eso podría funcionar la terapia.
buena suerte en la playa.

JB dijo...

estoy completamente de acuerdo y soy de la teoría de que se las arreglen solos y la pongo bastante en práctica pero vivo enfrente de un parquecito en el cual juegan sin compañía y me parece mejor opción a tenerlos encerrados en un dpto. la única actividad real fueron los 50 minutos de piano, seguramente el texto, así de condensado, deja entrever una cosa que no es. debería limar un poco mi prosa y su claridad. gracias por los consejos de todas maneras.
saludos!