martes, 13 de enero de 2009

Sobre la universalidad, mientras manejo

Hacer el camino por Tecamachalco, Palmas, Horacio me deprime significativamente menos que cualquier otro que tomo para llegar a Ejército. Este descubrimiento hace que mi malhumor al llegar a la escuela de Roberta sea, también, significativamente menor lo que por nada del mundo debe interpretarse como nulo. Pensé que la etapa de mi pésimo carácter había pasado y que estaba atemperado. Craso error. Mi malhumor sigue intacto, latente, dispuesto a salir en cualquier situación. Volví a ser una persona no simpática lo que me hace mucho menos afable que cuando estoy contenta, soy simpática y le hablo a todo el mundo. De todas maneras, hablé con unas madres en la puerta del colegio de Simón. Ahí creo que no se dieron cuenta del monstruo que se esconde bajo la muy cándida imagen de embarazada.

Todo esto venía a que un amigo la semana pasada me hizo notar la falta de universalidad de cierta literatura, nunca lo había pensado en esos términos pero tuve que coincidir con él ampliamente, era mi cercanía lo que no me permitía verlo. Entonces pensé que, era obvio, ese es el motivo por el cual no escribo. No es sólo que no tengo nada para decir sino que mi forma de pensar es prosaica y localista, y hago muy bien en abstenerme de intentarlo dado que ya comprobé ampliamente mi limitación (este blog sobrevive sólo por su temática narcisista y cotidiana).

Por lo demás, fui al super, comí pescado con arroz, voy a tirarme a descansar un rato y en una hora tengo que ir al dentista. Me da una fiaca atroz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pero... no salió un gracioso artículo tuyo en oh lala hoy mismo?!

la cronista

Tania dijo...

No deberías creer que lo que escribes es algo que te sucede solo a ti. En más de un punto, lo que escribes en cada uno de tus posts se asemeja a mi vida, a lo que pienso, a lo que me tocó, a lo que vivo por culpa -o gracias a- mis decisiones. Y eso que estoy al otro lado del mundo.

Yo agradezco profundamente cada cosa que escribes que refleja mi propia vida.

Te mando un abrazo, como siempre.
Tania