sábado, 18 de abril de 2009

cena de viernes

Vino Marian a eso de las ocho, yo estaba tirada en el sillón mirando Two men & a half con los chicos, aunque justo había terminado. Servimos dos vasos de Coca Ligth (yo me había bajado medio budín de verdura mientras los chicos cenaban) y nos tiramos en los sillones que están blanco impoluto después de la fortuna que tuve que pagar para hacerle las fundas nuevas. Lo bueno: se nota mucho la diferencia. Por un lado, detesto mi casa, su estructura, su alfombra, sus acabados, sus baños, su cocina, el exceso de objetos. Y por el otro, me gusta que sea una casa vivida y alegra. Además, el living es lo más lindo. Diego se había ido a jugar al tenis y al vapor para ablandar los mocos (y porque le copa, así, de onda. Yo odio el vapor, me ahoga, en cambio aprendí a amar el sauna). Más tarde, fuimos con Pau y Jorge a cenar a Cumaná. Hace rato que no me reía así. Simplemente porque ellos se pelearon y nosotros también y la realidad es que pareciera que lo hacemos a propósito, parece una sitcom de parejas. Criticamos un poco esto y lo otro y Marian se fue con la sensación de que el matrimonio, al final, no está tan bueno. Yo estoy bastante jugada. Son las ocho cuarenta y quedé con el carpintero que viniera a las nueve. Sí, malísimo. Pero no sabía que Diego iba a jugar al tenis ayer y su horario de los sábado es a las diez de la mañana. Ahora ronca al lado mío. Cuando llegamos de la cena, nos vimos un capitulito de Lost. Me dormí pasadas las dos de la mañana y antes de las ocho, obviamente, ya estaba despierta. Es para practicar.

Todavía no sabemos qué espacio físico le asignaremos al nuevo. Yo no quiero resignar el cuarto de huéspedes y a la vez, sería lo logico. Eso o armar un playroom en el estudio de abajo y que los tres duerman en el cuarto grande, Diego no se copó con la idea. Igual, me siento un poco perdida, tampoco tiene mucho lugar en los placares pero bueno, le compraremos una cajonera y ahí pondremos sus cositas. PIenso que tener tres hijos es un verdadero kilombo y todos los días de las últimas semanas me pregunto en qué me metí. Un poco tarde, lo sé.

Y no, no más programas. Club. Después, misterio.

Así de sabatinas las cosas.

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