martes, 24 de mayo de 2011

Crónica de un viaje a Madrid, parte 1

Estoy disfrutando del aire acondicionado de Amex. Hace mucho que no venía al de la terminal 1 y había olvidado cuán región 4 podía ser. En el de la 2 podés pedirte frapuchino, lo que venía deseando hace horas y, de haber sabido, me lo hubiera comprado afuera. Llegar no fue fácil. Me mandaron a las puerta 23 pero resulta que ahí están todos los salones vip pero no este. Era perfecto, mi puerta es la 24. Pero no. Al final era frente a la 31 y eso, en este aeropuerto, implica kilómetros. La cartera me pesa porque las cosas que había metido en la valija tuve que sacarlas por exceso. Entre ellas, una botella de tequila que marido se llevó amorosamente (por suerte se bajó a acompañarme porque si no, no sé qué hubiera hecho, fueron maniobras aparatosas y complejas).
Tomo mi coki y me clavo unas papas para ver si me sube un poco la presión. Tengo poco tiempo. La gente a mi alrededor ríe mirando Friends. Hay mucho movimiento y no tengo ganas de adivinar ni a dónde viajan ni nada sobre sus vidas. A veces sí. Hoy: no.
 Salí temprano de casa y fue desgarrador. Los últimos 40 minutos Camilo lloraba al ritmo de "vamo, vamo", "mochila, mochila". Ayer ya se había pronunciado en contra de mi viaje con un clarísimo: "valija no". Le expliqué y es evidente que entendió y que no está de acuerdo. Adelanté la salida para no seguir con el suplicio para ambos y en unos minutos voy a llamar a casa para ver cómo están todos. Irme no me pasa desapercibido pero cuando alguien me pregunta ¿por qué te vas? quiero gritarle que si no me voy unos días, un día voy a huir para siempre. El cuestionamiento, ya de por sí, es indignante. Me voy porque se me canta, porque hace diez años que vivo en función de otros seres vivos, porque hace once que no piso Europa, porque mi marido es un copado y entiende todo y porque la vida es un constante remo y si puedo, voy a hacerlo.

Igual, pensé que no iba a sobrevivir al traslado entre mi casa y lo de Domi. El taxista asesino parecía dispuesto a dejarme estrolada contra otro auto en cualquier esquina. Pasé quince minutos exactos, le di un beso y un abrazo, charlamos mini con Lalo que se sorprende de las pavadas que nos contamos, y caminé hasta La casa del poeta, en donde es mi taller. El profesor, como era de esperarse, no es puntual por lo que salí a un pasillo a asomarme por la ventana porque hacía mucho calor. Terminé sentada en una especie de butaca extraña de la cual casi me caigo tres veces porque mis compañeros decidieron que era buena idea besarse. Yo no, de más está decirlo (al menos no se me ocurrió espontáneamente). Y otro tuvo a bien (o a mal) sentarse en la escalera a platicarme sobre su vida (??), mi imán sigue intacto. Salí media hora antes de que terminara y el pipu me esperaba afuera. Tardamos muy poco en llegar por Chapultepec (la pareja de enfrente, que hace unos minutos se sacaba fotos con el celular, me acaba de ofrecer de su plato de jícamas y yo hice un chiste del que se rieron; ella viaja en jogging y a mí me llama mucho la atención que alguien sacrifique la dignidad de esa manera, ella pensará lo mismo de mí, que viajo -como vivo- a cara lavada), marido me llevó la valija hasta el mostrador y me acompañó hasta la puerta del pre embarque. El día de los viajes suele resultarme eterno. Es un día perdido, soy incapaz de hacer algo productivo (aunque la clase estuvo bastate bien). Bueno, en media hora tengo que embarcar a unos cuántos kilómetros de donde estoy. La Shama me cuenta que toma champán en el VIP de Iberia, en Ezeiza, vía chat y yo desearía disfrutar del alcohol gratis pero nada está más lejos de mí.
En fin, chicos. Empieza el viaje.
Así las cosas.

2 comentarios:

Chica eléctrica dijo...

buen viaje Juli!

estudiante crónica dijo...

buen viaje
hasta los 30 SOLO VIAJE EN JOGGING.
despues ese jogging (un tres tiras negro que adoraba) se autodestruyo y no me dio comprar otro solo para viajar.
ahora estoy con pantalon "de oficina". lo segundo mas comodo.
viajar con jeans es una tortura.