viernes, 27 de mayo de 2011

Crónica de un viaje a Madrid, parte 3

Son las 9.20am y escucho Pink Floy mientras pienso que en este mismo momento siento una paz inefable. Dormí muy poco pero profundo y ya me siento una persona otra vez. Estoy tirada en la cama, en pijama, con las ventanas abiertas. Ya le hice un cafecito a Flora, guardé las tres pavadas que sacamos y lavé las tazas. Voy a desarmar la cama, bañarme, ordenar y salir a trabajar con la compu (ooopsssss, me acabo de dar cuenta de que necesito un adaptador para poder cargarla). No hay sol pero no me importa. Ayer fue un día raro y pensé que no iba a recuperar el eje. Entender siempre ayuda.

Tardé en salir y caminé hasta el Reina Sofía, pedí un mapita y pregunté por dónde podía ponerle crédito al celular pero no cumplí el objetivo porque me llamó Santi para que comiéramos por su casa por lo cual tuve que volver acá a buscar el tequila de regalo y ya no tenía tiempo de nada más. Fui hasta el metro y pregunté cómo hacer la combinación porque estaba eligiendo una opción de cuatro combinaciones que, era obvio, no era la mejor. Es todo tan fácil que me deja pasmada. Fácil, chico y sin hostilidad excepto por el modo poco agradable de la gente que siempre me deja girando en falso (ya sé que soy un aparato sin control, nada quisiera más que ser inmune a esas cosas). Nos encontramos en la salida del metro pero antes intenté leer dos páginas y logré cargar el celu en el kiosko de revistas. Viniendo de México, Madrid para mí es muy Bs As (sí, es una obviedad clishé pero como todos los clishé, es cierto). Comimos en un bar del que Santi es habitué y debo decir que el mozo no podía ser más amoroso y simpático. Bah, comimos poco porque no podíamos parar de hablar. ¿Cómo resumís diez años en una charla? Imposible, claro. Pero empezás por el presente por lo que te atormenta y te hace feliz y encontrás el interlocutor adecuado. Hace mucho que no la pasaba así de bien hablando con un amigo. Después nos fumamos un porro en la casa y me pegó genial pero me deja muy en evidencia algo que me hace sufrir desde siempre. Tengo una capacidad de percibir (porque el verbo entender no funciona) las abstracciones a la perfección pero no de poner en palabras adecuadas los pensamientos más primarios. Bueh, lo sé. Pero es cierto. Después nos tomamos un bondi y yo hablaba a los gritos (igual que en el 93, seguramente, a la vuelta del cole) y Santi me callaba y me acompañó hasta la puerta y nos despedimos y me dio mucha pena que el momento se hubiera terminado. Por suerte el domingo creo que ceno en su casa con sus dos chicas.

Tengo sueño. Ahora escucho Beethoven. Nos encontramos con Flora en el Starbucks de la esquina de lo de Alejo y vinimos para acá a que yo me cambiara las ojotas por botas y nos customizáramos un toque y después sí salimos. Caminamos hasta la Latina (creo) y nos metimos en el primer bar al que vino Alejo en Madrid (?), Flora y él se tomaron unas cañas y yo coki pero me comí gustosa una de las tapas, estaba medio famelic por haber almorzado poco. Después nos encontramos con la Shama en la puerta de un teatro (no recuerdo nombre exacto) y caminamos hasta la perejila. Más coki para mí y cañas para los demás y una tapas. La que realmente me hizo feliz fue la de boquerones con ajies. Es uno de mis gustos supre prefe. De ahí fuimos a comer a Rayuela: manchego asado con tomate, croquetas de jamón serrano, unos mejillones con bechamel (eso sí, fritos, así que sólo comí uno) y tortilla que no comí. Delicioso. Es de la comida que más me gusta en el mundo aunque casi doce horas después sigo intentando digerirla con éxito relativo porque, además, tomamos entre las tres una jarra de sangría (me copa grosso) y me emborraché  digna pero intensamente. De ahí caminamos al Pandora y tuve a mal pedirme un mojito que no pude terminar. Pero todo estuvo tranquilo y agradable y entendí, por fin, lo que es ir de bares. Y me cabe, eh...pero no podría vivir así. Los madrileños tienen un aguante que yo no comprendo. Yo soy amiga de la rutina y el encierro, soy bastante feliz conmigo misma y saliendo una vez por semana. Ahora, que son vacaciones, me parece genial pero insostenible en el tiempo (claro que mi realidad tampoco lo permite pero conceptualmente creo que no nací para esto así como no nací para drogarme de verdad y muchos otros etcéteras).

No pienso mucho. O sí pero en subjects recortados. Hablé con mis hijos menores y con marido sentada en el escalón del banco, mientras esperaba a Santi. Parece que están todos bien y dejé de extrañarlos. Me desperté pensando en marido, eso sí, en cuando me mira con amor, como viendo lo que hay de verdad y me enternecí y alegré de que exista y de que alguien pueda tener esa mirada hacia mí. Porque yo te entrego el alma en un platito, soy descarnada por definición. La tenés ahí, al aire y podés destruirla con la desafección o el desinterés, un gesto de menos o de más. Soy tan lábil que resulta inimaginable. Igual: todo bien.

Tengo mucho sueño, creo que mis planes de activar y ponerme a laburar rápido no van a prosperar. Me voy a echar (ahora suena Charly) un rato y después sí me bañaré y ordenaré antes de salir. Está nublado y semi lluvioso y entre que empecé el post y lo terminé, algo se me hizo grisáceo adentro pero ni modo.

Así las cosas, chicos.
Así de madrileñas.

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