sábado, 21 de mayo de 2011

supongo que la indolencia tiene un costo

Y subrayo supongo porque no lo sé. No es mi estilo este ¿o sí? Esto de que todo pareciera no tener importancia, de que los sentimientos se me escapen, una capa de grasa que me aisla afectivamente. ¿Será verdad? No sé. Hoy lloré en el endodoncista. Llegué a las 10am, estábamos él y yo solos, estuve dos horas y cuarto con la boca abierta, adolorida, se me caían las lágrimas y no sé si él las vio y se hizo el distraído o ni siquiera se percató. Si fuera de las mujeres que se desmayan (algo tan decimonónico, tan femenino y lejano para mí) hubiera caído redonda. Pero soy de las mujeres que aguantan todo, se secan la lágrima, no dicen nada y aguantan vara. Ni modo. Es la que tocó. Lo malo malo es que NO terminó. No. Tengo que volver porque el cemento que me pusieron es duro y blah blah blah, todas cosas que preferís no saber. Yo tampoco. Después pasé por la Roma, por AA y me compré más ropa interior (y quiero más), me fijé si daban algo en el cine para llevar a los chicos (marido no me avisó que laburaba desde temprano) pero no había nada así que llamé a Lau y me trajo a Pancho y a Giulia. Comimos. Y ahora voy a ir a hacer un mini tour suburbano con el pequeño. A la noche creo que voy al show si es que marido me avisa que la camioneta me pasa a buscar por la office. A very typical jewish princess.

¿Qué más? No puedo reflexionar porque soy cansada por definición. Ando de acá para allá con la mente en cualquiera. Por ejemplo: ¿qué implicancias tiene que los porteños no usemos el pretérito perfecto? Si tomamos la premisa dura de que el lenguaje condiciona el pensamiento entonces tenemos que pensar que en efecto hay una consecuencia. Ponele que deliraba. Y pensé más cosas pero más las olvidé.

(largo excursus, me fui a Costco con Milo; me duele mucho la muela; pensé en hacer galletas, todavía no decidí si sí o si no)

En fin, chicos.
Así las cosas!

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