sábado, 23 de mayo de 2009

oprimida

Me levanté y me fui angustiando con el transcurrir de las horas. A eso de las ocho menos cuarto le pedí a Jose que se hiciera cargo del bebuch, le pasé un pañal y las toallitas y se quedaron con los hermanos. A las nueve y cacho vinieron todos, Camilo tenía hambre. Le di de comer con todos alrededor, y bajamos a desayunar. Diego había llegado a las cuatro de la mañana porque el avión que lo traía tuvo un problema y se tuvo que quedar horas en Panamá. Después de unos cuantos buenos días, me volvió el agobio, la sensación de que todo me sobra, que hasta yo sobro, ganas de hacerme chiquitita y desaparecer. Angustia que se vuelve fastidio. Encima, los chicos se pusieron a pintar, Simón tiene un concurso, Diego puso música, Grace se puso a cocinar una carne a la cacerola y Diego un gazpacho y yo me quedé bollando, Camilo dormía tranquilo también en la cocina. La imagen era perfecta y sin embargo yo...

En fin. Ahora, Camilo está conmigo en el estudio, ya me bañé, me cambié, lo cambié, miré la carne cómo iba (debería ir a apagarla para que no se pegue, soy un desastre cuidando comida propia y ajena en el fuego). El resto de la tropa fue a hacer unas compras y no tenemos mayor programa para el finde. Tal vez paseemos mañana, sería una buena opción, nadie nos invita a ningún lado y nosotros tampoco invitamos a nadie estos días. Igual mañana podemos armar una comida en casa.

Así las cosas. Nubladas.

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