lunes, 15 de noviembre de 2010

ahora muy acá

Mamá, mami, grita hijo menor sin parar, empieza fuerte y claro y después washawasea. Hijos mayores se quedaron en el club con amigos. Caminé un poco con Pau y nada más. Después nos tiramos un rato en la reposera y tomamos coki yo y cerveza ella. Quería venir a leer. Tengo que trabajar pero me tenté con Una idea genial de Inés Acevedo. Después llegó marido y tuve que dejar todo porque marido es muy demandante. Igual bien bajar a la tierra después de tanta nada. ¿Cómo explicar que la mente se me blanquea, se me nubla, se me pierde? Hay sol, cielo límpido, cierta tranquilidad. Bajo, me concentro, me entierro en la realidad de a poco, graduando mi condición de vivir en Babia. ¿Qué será Babia? ¿Vendrá de Babilonia? No sé. Ni idea. Chatié con Lau y me reí, de repente la extrañé mucho. Como si nunca hubiera vivido acá. Pasó todo tan rápido. Me acordé del Che Buenos Aires, de La Alameda, pizzas café menemistas en los que solíamos estudiar. ¿Viste que cuando empezás la carrera vas siempre a Platón y después, como si la edad ameritara, te pasás a Sócrates? También había una panadería a la vuelta, pintada de celeste y con olor a medialunas constante, a la que íbamos seguido. Después abrió el de la esquina, el del arriba, yo creo que lo odiaba, no sé por qué. Qué rara la certeza de que siempre alguien iba a haber. También íbamos al bar del patio, al de centro de estudiantes. La pasamos bien en la facu, fue bueno y fue corto para mí. Aunque no, no tan corto.

Le conté sobre los patines y me dijo que me vio patinando. Ah sí, pregunté yo ingenua: sí, en la noche porteña. Me reí mucho. Me olvido de su humor ácido con cara de ingenua. Mucho love. Vamos a salir a romper al menos una noche con Flora para recordar viejas épocas. Aquellos años felices. Y antiguos.

En fin.
Bueno, quiero seguir leyendo. Basta de compu. Basta para mí basta para todos.
Así las cosas, chicos.
Ah, el festejo de cumple estuvo bien, lindo, tranquilo. Hoy Ile me dijo: estabas espléndida. Qué divina, le agradecí. A veces siento que vivir acá es como vivir de mentiritas. Qué raro, no. Sí, rarísimo.

Ahora sí: chau.

7 comentarios:

perro de aguas dijo...

antojos era el celeste e las medialunas. siempre me acuerdo de una vez que entramos y había mucha gente y yo quise decir que estaba lleno, pero grité "qué gente fea que hay", y claro, nos tuvimos que ir a otro lado...
yo también me acordé de esos años hoy mientras caminaba por la calle!

JB dijo...

es verdad!!!! qué gente fea dijiste y unas cuantas mesas se dieron vuelta. creo que éramos bastante expertas en ganarnos enemigos aunque no nos diéramos cuenta...

m. dijo...

Yo iba mucho a Antojos, creo que porque era barato y no había tanto quilombo como en Platón. En mi primer año había un café en el edificio mismo de la facu, en el subsuelo, pero lo cerraron (lo convirtieron en aula, creo).
El de la esquina, arriba, se llama(ba) "Die brüke", no? Yo tuve una cita con un chabón ahí, una hora tomando un café en la que nadie dijo nada :P

perro de aguas dijo...

boquitas pintadas era el del sótano! yo iba un montón a ese, era re barato, pero tenía unas cucarachas enormes.

JB dijo...

pero yo no iba! con quién ibas?!?! jajaja. boluda, parece de verdad de otra vida, me quedé pensando en todo lo que pasamos y me parece increíble. quién pudiera tener 20, no? aunque ahora seamos más felices la vida era un poco más diver...

perro de aguas dijo...

iba sola... a estudiar. cuando salía de piano hacía tiempo en boquitas pintadas mientras leía para las clases. también tuve una especie de cita ahí, creo que fue en otra vida. una vez fui después del dentista, si alguien me vio era la boluda que se chorreaba el té de costado.

m. dijo...

Es verdad, se llamaba "Boquitas Pintadas"!!!
También había uno que se llamaba "Hook" que estaba a la vuelta sobre Pedro Goyena. Pero en ese casi no había gente de Puan, eran más bien niños de un colegio privado que estaba por ahí (de uniforme bordó) o las madres que los iban a buscar.