viernes, 19 de febrero de 2010

el ciruelo


Cada vez que llego a casa y lo veo pienso que soy afortunada. Así de fácil.

Tuve insomnio de 2.30 a 5am. El duermevela te lleva a pensamientos extraños. Y pensé en el verano de allá, que para mí se está yendo. Porque cambia la luz, cambia el ánimo. No tiene que ver con el calendario. A mí, la llegada de la primavera en Buenos Aires me producía una alegría inmediata. Porque sí. Porque era la época de coger cuando era soltera. De salir de noche con poco abrigo, de cambiar a la ropa liviana, de sentarse en la vereda. De tomar sol. De ser feliz.

Bueno, se está terminando. Acá ahora está despejado, los días son más largos y el invierno va de salida. Aunque nos queda un poco de frío aún.

La pasé bien en el verano porteño. Me divertí. Eso estuvo bueno. Y ahora a ver qué. Cómo sigue esto. A recuperar la esperanza. En principio, en el verano de acá nos vamos a asar a Europa.

Ayer también fui feliz. Comimos delicioso en lo de Domi y Lalo. Un curry y la mejor mousse de chocolate que probé en años. Nos reímos de nuestras miserias conyungales. Y como dice ella, nos gustamos. Volvimos en el coche, cantando a voz en cuello con Diego. La calle vacía y la música fuerte y cantable para mí es todo.

Después sí el insomnio pero sin angustia.
Y ahora volví del gym (hice poco), sauna y me pongo a laburar con mi juguito de naranja (estoy en ayunas, comí demasiado).

Así las cosas, chicos.
Estacionales.

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