sábado, 13 de febrero de 2010

transportada por un disco

Pongo uno de los compilados de Los Inrocks del 98. Dios. Este disco lo gasté. Mal. Es sábado a la noche y estoy sola, como entonces. Algunas noches me quedaba deprimida, angustiada, triste, miserable. O salía. Y me iba a coger con alguien. O volvía más triste a mi casa pensando que la vida era una mierda. A veces me divertía. La mirada recubierta por una capa de densidad, como una cera opaca que no se va. Indeleble. Ahora ya no. Hay una luz que como en el monitor, viene de atrás. Estaba leyendo y llegó Diego. Nervioso. Y sentí por un momento lo frágil que puede ser todo. Una palabra a destiempo, una cara, una afirmación que desata el infierno. No pasó pero podría haber pasado. Y me sentí sola. No como antes, claro. Pero no tan distinto. El disco es largo y sigue. Me vine a la compu porque el checa un presupuesto. Trabajar la noche del sábado en el que no estuviste en todo el día es desalentado. El campo semántico que manejo suele ser melancólico. Haría bien en cambiarlo. Vengan a resetearme el lexicón. Voy a volver al libro. Tal vez cambie la música. El ratón, chiquito y gris, está debajo del piano. Lo odiamos. Presumo que marido no se va a ocupar nunca.

Noche de sábado. Podría ser mejor.
Pero ni modo.
Así las cosas.

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