lunes, 28 de junio de 2010

estoy en el horno (a fuego lento lento, dorándome de a poco)

Hace años que no me siento así. Aunque si releyera este blog, en mil post debe decir lo mismo. Es algo basal. Algo del orden de lo indecible, creo. Pero no existencial. Un choque contra algo que no da. Hoy fui a la Ibero, una universidad enorme y hermosa, tan distinta a la que fui yo. Me senté a tomarme un chai frío y a leer Agosto (sí, voy lento) y sentí las ventajas de ser extranjera (lo que es, también, siempre, un peso). No soy mirada por nadie. No soy nadie para todos esos jóvenes que estaban con sus computadoras, en grupos, hablando vaya uno a saber de qué, fumando y sintiendo que tienen la vida por delante. Tan lejos de mí. Conceptualmente sobre todo, claro.

Sigo pensando: quiero que alcance.

Vuelvo con el escritor, le doy un aventón y hablando de hijas le digo que la mía tiene demasiado carácter. "Como tú, ¿no?" recibo por respuesta. Uh. Tanto se nota, le pregunto. Es la segunda vez que nos vemos. Es verdad que estaba manejando como manejo yo cuando no hay tráfico, medio loquich, medio displicente, medio masculina. ¿Será lo masculino que parece exceso de carácter? Le dije que me gustaría ser menos así. Y se lo dije de verdad. Ser un poco menos intensa, supongo. Ya no quiero decir normal pero lo podés leer así. Qué se yo.

Sin conectar. Sigo.

Hoy aprendí el mejor término mexicano, no entiendo por qué tanto tiempo después: chingaquedito. No se me ocurre una buena traducción pero es algo así como molestar como mosquita. Excelente. Excelente.

En fin.
Marido no me atiende. Paradero desconocido.
Y así las cosas.
Así.

No hay comentarios.: