lunes, 28 de junio de 2010

y un día, el cielo se volvió oscuro

Uf. No. No tengo resto. Ya sé que ando rara. Enrarecida, sí. Ni siquiera sé bien por qué. Necesito análisis. Eso lo entendí hace tiempo. Un espacio. Pero no es para enojarse. Siempre fui enajenada, ahora tal vez está exacerbado. Pero me muevo en la nada misma, ni siquiera un cuelgue concreto. Cuando era chica e iba gente a la casa de mis padres, solía encerrarme con un libro en el baño. Y me quedaba horas. Madre me odiaba. Soy muy gregaria y a la vez, bueno, me desconecto. Con facilidad. Mi cabeza se va, me enfrasco en la compu, leo leo leo. Me voy. Sé que puede ser horrible pero no puedo conmigo misma, así de simple. Me gusta que la gente se sienta libre de hacer lo que quiera en mi casa. Las acusaciones no las entiendo. Al menos no todas. Y me duele eh. Volvamos a la paz. ¿Qué pasó? Tampoco me di cuenta, imaginate. En fin. Un lunes ocupado después de un domingo de fiesta y una noche triste, peleada. No gusta.
Quereme como soy. Pena del fin del buen ciclo, me hacía ilusión la paz.
En fin.
Así las cosas.

1 comentario:

Ana Celia dijo...

Nada es más doloroso que descubrir que estamos equivocados.
Ver a alguien más, no solamente notar sino, señalar nuestros errores es una pesadilla...

Cuando nos enamoramos sentimos intensamente la necesidad de desperdiciar con otro el deseo de ser libres, sin embargo con el tiempo , mientras buscamos perder el impulso de hacer lo que se nos dá la gana, descubrimos que ese/a quien nos subyugaba y se fué de a poquito llevando nuestra libertad ya no es tan perfecto ni tan necesario como creíamos y nos vuelve títeres de una nostalgia gratuita y venenosa.