Ayer estuvimos demasiado tiempo en la Embajada Española, hicimos el trámite pero la partida de Camilo no estará hasta dentro de dos meses por lo cual, hasta entonces tampoco podremos sacar el pasaporte. Hoy fuimos a sacarle el pasaporte mexicano y a renovar el de Tita. A las ocho y cuarto estábamos haciendo la cola y recién cuatro horas después logramos salir de ahí. Agotador. El lunes tendremos el pasaporte de Milo en la mano y ahí podremos pedir la cita para la embajada de USA para sacarle la visa. Conclusión: chau LA. Al menos por ahora. Tengo que ver qué hago con los pasajes. Si los paso para el caribe o si los paso para más adelante al mismo destino. La felicidad se me esfumó con la burocracia y la falta de sol. Los chicos tuvieron que faltar a la escuela, Diego tuvo que venir a buscar una documentación que nos faltaba, el bebé casi no durmió en toda la noche (pagué el haber comido lácteos haciéndome la canchera, si total, llora igual. No, querida, eso no era nada comparado al llanto ininterrumpido de la noche). Estoy agotada y muy malhumorada. Odio la novela que estoy leyendo por laburo. La detesto y me desalienta. Al menos no tuve que hacer el recorrido automovilístico. Voy a dormir una buena siesta. No puedo más, de verdad, no me da el cuero.
Hacer trámites es lo peor del mundo.
Y no mucho más. La vida pasa sin mayores emociones.
Así de opacas las cosas.
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