jueves, 3 de febrero de 2011

hoy tuve un día melancólico

Y ni siquiera tengo demasiadas ganas de desarrollar. Estuvo mayormente gris, estuve mayormente en casa aunque hice sauna y desayuno con Pau y después una merienda improvisada en el club mientras los chicos tenían clase de tenis. Nos despedimos un poco todos los días. No sé qué voy a hacer exactamente cuando ella se vaya, supongo que ser aun más solitaria de lo que soy. Por suerte una vez por semana estoy bajando a comer con Domi, los miércoles viene Xime porque es la clase de piano de los niños, la veo a Ile y me haré alguna amiga nueva. Mi vida es esto. Entrega no es resignación. Aunque debo estar en algún punto intermedio.

Me puse a llorar mientras bañaba a Milo, un mail de Miri me resultó demoledor. Debo estar sensible.

Marido se llevó a Coco a ver El avispón verde al cine. Me gusta que la rutina semanal se ve interrumpida por un programa inesperado. En mi casa eso no pasaba nunca. Nunca pasaba nada fuera de lo programado, no había sorpresas ni flexibilidades. Siempre el deber ser. Me cuesta mucho cambiar el paradigma pero quisiera lograrlo. La vida es algo más.

Igual, fue un día de buenas noticias. Me gustan las visitas.

Todo el día tuve la sensación de que hubiera querido nacer bella. Le dije eso a marido en la cama y me dijo: pero sos particular. Justamente eso, pipu, es lo que hubiera querido no ser.

Ser, lo estructural, es lo que choca en la felicidad de mi hija. Y contra eso no puedo luchar. Encrucijada.

Bueno, chicos.
Parecen las mil pero son las 7.20pm. Quiero ver una peli después de que marido cene.

Así las cosas.
Caiduchas.

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