martes, 10 de marzo de 2009

el frágil equilibrio

Me quedé dormida a las ocho de la noche creo que con E! de fondo en el sillón recién lavado. Bajé a comer pan con queso y yogur con granola (sí, alguno de los dos ítems sobró pero no pude evitar ninguno). Y me acosté. Eran las nueve y algo. Diego tenía cosas que hacer por ahí y sabiendo que llegaría más tarde de lo que mi pobre cuerpo aguantaría, desistí de esperarlo para cocinar el bife. No sé a qué hora llegó, sé que lo vi darme un beso y luego subir con la bandeja con el plato de sopa (había sopa de verduras hecha y no hizo más que calentarla, su único alimento del día). Lamentablemente sólo duermo de nueve a doce aproximadamente. Después, la noche se vuelve una suspensión incómoda en el tiempo. Doy vueltas, me sueno los mocos, sueño cosas raras, me despierto. Del resfrío estoy peor que nunca, me sale sangre de la nariz, me levanto escupiendo los peores aliens que uno podría imaginar que residen en el aparato respiratorio...Ahora me volví a la cama, luego de preparar lunch y desayuno y no creo que vaya a levantarme en breve. No estoy tranquila. Mi labilidad es tal que en cuanto veo a marido nervioso, caigo yo también. Me empiezo a sentir en la cuerda floja. Siempre prefiero engañarme, pensar que todo todo va a salir bien, no pensar. A veces, no se puede. Y pierdo lo poco que había ganado. Tal vez sean los mocos y la panza enorme. O tal vez sea sólo lo mismo de siempre.

En fin. Así las cosas. Día libre hasta las tres. Y no mucho para hacer, sólo lectura.

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