martes, 17 de marzo de 2009

y todo lo demás también

Ayer tocó Radiohead en esta ciudad. No sé hace cuánto que no pongo un disco de ellos (suelo no poner ningún disco en ningún lado, desde que vivo con Diego y dejé de tener mi cuarto con mi equipo de música, mi escritorio, mis discos, mi computadora y mis libros, no pude volver a poner discos, necesito un espacio reducido para hacerlos, como a veces en el auto). Creo que Kid A me lo regaló Lean para mi cumpleaños en el año 2000. Podría haber sido otro año, también. Debe haber sido el mismo en el cual yo le regalé la entrada para ver a Keith Jarret. Buenísimo ese concierto en no me acuerdo qué teatro. Ahora, no escucho ni Radio Head (excepto cuando lo pasan por la radio) ni Jarret. Debo decir que ambos solían gustarme mucho a pesar de lo divergente del género.

El sol no salió. Después del espectacular día de ayer, amaneció nublado. Y un poco fresco. Pasé la tarde mirando videos de VH1, esperando a que mi marido terminara de hacer unas cosas. Me odio por perder el tiempo así. Esperar suele ser para mí la peor forma de malgastar el tiempo, no porque lo bien use en otras circunstancias pero estar atada a los tiempos del otro me pone pésimo. Me malhumora. Igual, no me malhumoré, me entregué, mi cuota de enojo ya se había gastado en el club. Acosté a los chicos, Roberta se durmió a las cinco y media de la tarde, estaba agotada (según Diego se pasó a nuestra cama a eso de las once y él la llevó no sé a qué hora, yo nunca me enteré) y amaneció a las siete y veinte de hoy. Simón se bañó y cenó algo y después de eso, nosotros nos pusimos a ver El lector. Me gustó, aunque había leído el libro hace años y no me acordaba nada. También se ve que me perturbó porque soñé toda la noche con eso.

Pienso: no me gusta perder el control. De nada. Por eso, aunque no lo extrañe, dejar de trabajar fue una renuncia mucho más grande que el mero hecho de no ir a la oficina. En su momento no tuve opción pero cuando podría haber vuelto, preferí no hacerlo. A veces, es mejor relajar, aunque me haga sufrir. Por el mismo motivo no tomo alcohol. Y bien que hago, ahora, embarazada de siete meses por haber vomitado una pastilla, estoy muy convencida de que hago bien.

No tengo nada por delante. Casi no recibo mails. No tengo trabajo ni sé si lo tendré. No son buenas las perspectivas pero me lo tomo con calma. No me queda de otra. Quisiera poder hacer más cosas de la casa, como sacarle la pintura a un par de muebles y volver a pintarlos. No es lo que debo. Esperaré unas semanas más. Mañana se cumple la treinta y dos y así se vuela el tiempo. Y se acerca el parto.

¿Cómo haré?

No lo sé.

Le preparé el lunch a Simi, hoy after school. Le hice unos huevos revueltos a Tita, ayer casi no comió y después durmió demasiado. Ojalá sea una flaca consuetudinaria y no una eterna gordich traumada como yo. Qué mal la pasé, cómo me torturó mi madre (mucho y mal).

El día se extiende sin un fin claro. Lo bueno: es martes.

Así las cosas.

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