lunes, 17 de enero de 2011

con la tristeza tatuada

Me metí en la cama siendo las 8pm (en realidad me metí hace seis minutos lo que lo hace más patético). Antes puedo decir que: fui a la depilación definitiva, trabajé, comí con los chicos, fui con los menores a buscar a Coco a fútbol, seguí trabajando, armé rompecabezas un rato mientras escuchaba a Cat Power y la angustia me inundaba por dentro (sí, siempre recurro al mismo disco para ese mood), bañé hijos menores, cené mejillones al escabeche de latita con tostadas de maíz, leí´cuento y antes de hundirme bajo el edredón bajé a ver si encontraba algo dulce. Era obvio que no, soy yo la que se ocupa de esas cosas y siempre tengo la política del rescate alimenticio y al mismo tiempo soy la que se deja ser por lo cual no sólo no había nutella (terminé de raspar lo que quedaba en el frasco en algún momento del fin de semana) sino que tampoco había dulce de leche ni chocolate ni nada parecido a una alegría. Pero entonces recordé que las frutas con crema y azúcar pueden funcionar en el peor de los casos. Eso hice. Primero moras y después banana. No, no puedo ser mejor. Al menos no hoy. Le semi lloré a marido por skype. En realidad, se me escapó una lagrimita y le dije que hablábamos en otro momento. A marido, sabemos, todo le chupa un egg. Yo sé que es así y lo acepto: ni modo. Pero tantos días, tantas horas, tan lejos, sola...cansa.

Igual: no me quejo. Sólo enuncio. Fue un día de angustia extrema.

Voy a decidir qué peli miro y después dormiré, intentando recuperar las horas de handicap que tengo desde que llegué.

Así las cosas.

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