miércoles, 26 de enero de 2011

entre super y pediatra

Coco se arrastra, afiebrado, con dolor de garganta y cara quejosa. El bebé se quiere dormir pero no podemos porque tenemos médico. Hay sol y no hace demasiado frío pero adentro siento la incomodidad de la historia sobre mí. La misma historia que empezó en México con marido dejándome sola desde el minuto cero (cuando todavía no era marido, claro), la sensación de un poco de abandono que ya no me importa pero que me resuena en forma de preguntas. Un plomazo, bah. El peso de las decisiones concatenadas convirtiéndose en destino. Uf. Una contractura cervical nueva y una sonrisa que no puedo sacarme porque en un mail alguien me decía que mis problemas (o la perspectiva sobre ellos) seguramente se debiera a mi condición hormonal. Carcajadas. Ojalá se resumiera en eso, sería genial. Tita tampoco fue a la escuela, están Luzma y Lupita, Milo, Coco y mi padre en zona. Multitud. Madre se quedó con hija en la peluquería y yo me voy con los varones (con los que por cierto compartí la cama porque ambos se sentían mal). Marido llega a la tarde y se va directo a trabajar. Ya sabemos, sí. Tal vez prefiero ni cruzarlo, re sintonizar no es nada fácil. Es más: es difícil.

Ehhh. Y nada más, oh no no. Compras para la mucha gente que somos pero sin sorpresas ni alegrías. Padres llegaron ayer a la noche, reímos mientras comían algo. Madre me compró tres vestiditos divine, todos gristes eso sí.

Bueno, los veo later. Ahora me voy a ver qué onda con la salud de parte de mi cría.
Así las cosas.

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